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El busto actualmente expuesto al culto en la iglesia de San Agustín del Real, es falso, o mejor dicho, no es el original desaparecido. No es ni siquiera el que bendijera, en ceremonia solemne, el obispo de la Diócesis monseñor Jesús Catalá Ibáñez, un 3 de noviembre de 2015. El requisito indispensable para identificarlo como el original, es que la peana o base fuese cuadrada, y el actual, introducido de modo subrepticio en el verano de 2019, la tiene redonda, con lo cual, no puede tratarse nunca del auténtico, desaparecido durante las obras de acontecimiento del templo, en 1988.

¡No está aquí al que buscáis, resucitó!

Tras más de 10 años de búsqueda y varias decenas de bustos revisados, apareció uno que, por el tamaño y antigüedad, pudiera ser el original, pero tenía la base redonda, con lo que quedaba descartado. Este apareció un día en el Rastro de Melilla, y se lo regalé a una familia melillense. Ese es el que está actualmente expuesto al culto en la iglesia, tras ser sacado el original bendecido en 2015, en una maniobra extraña, a la que luego pondremos su verdadero nombre, con la aquiescencia del párroco, Rafael López Cordero. A veces, monaguillos, colaboradores, las camarillas de iglesia, manejan más que los propios sacerdotes. Así pues, al que buscaban, buscábamos, ya no está allí, y ese sí era el original desaparecido, como vamos a demostrar.

La aparición del busto perdido

Las que saben y siempre han sabido todo, son las mujeres de Iglesia. Mujeres que caminan silenciosas, entre los manejos y enredos de los hombres. Y en esta iglesia del Real ha habido muchos, manejos y hombres. Fueron ellas quienes, en 1988, tras el barrido de imágenes realizado en la iglesia de San Agustín, sacaron a escondidas el busto, y lo pusieron lejos del alcance de Jesús Hurtado, entonces padre paúl, y párroco titular del templo. Corrieron todo tipo de historias, pero de todo solo es cierto, que un grupo lo buscaba para hacerlo desaparecer para siempre, y otro se confabulaba para protegerlo. Estuvo escondido en casas, y era cambiado de emplazamiento con frecuencia, para ocultarlo aún más. La feligresía del barrio protestó, recogió firmas y solicitó una audiencia con el entonces obispo de Málaga Ramón Buxarrais. Todo con nulo resultado, porque el afamado busto no apareció nunca. Se habló de tres nombres como últimos custodios (Pedro, Gregorio y Sebastián), pero ninguno de ellos era cierto, ni estuvo en contacto con el busto, en esos últimos instantes oscuros. Quienes lo custodiaron durante casi 30 años, fueron las mujeres.

Una de ellas, me abordó en la calle y me dijo: «Tú eres el que está buscando el busto, ven a mi casa mañana y te lo daré». Y así fue. para mi sorpresa tenía la base cuadrada. No existe otro en Melilla, ni en ninguna otra parte. Todos, grandes o pequeños, tienen la peana redonda. Esa era la originalidad del Cristo melillense, el muy milagroso Cristo del Real. Tras tener ambos bustos en mi casa durante tres años, hasta 2013, le entregué el busto de base cuadrada, al padre López Cordero, quien lo restauró, compró la urna, y organizó la ceremonia de reposición del culto, con el obispo diocesano, en 2015, tras 27 años de ausencia. El busto original, el bendecido, sufrió dos restauraciones, la primera en 1988 y la segunda en 2014.

Sacrilegio o acto de herejía

Por razones imposibles de comprender, los enemigos del Cristo melillenses siguen activos. Tanto que apenas cumplidos cuatro años de la reposición del «busto original», y del restablecimiento del culto, en una extraña tarde de septiembre de 2019, recibí otra llamada, que me alertaba sobre la necesidad de sacar de modo inmediato al busto original, de la iglesia. Un mes antes de marchar de la parroquia, el párroco López Cordero había cedido a la presión para extraer al original bendecido, e introducir el actual. También puede ser que el párroco, en pleno traslado, no controlase todos los movimientos que se estaban produciendo. Ahora las aguas están tranquilas, con el busto «falso» o sin bendecir, y la parroquia camina viento en popa, con el nuevo titular.

Retirar de una urna un busto bendecido por un obispo (2015), es un acto sacrílego. El odio o inquina contra las imágenes es un acto de herejía iconoclasta. El hecho de que ahora se pueda confirmar que el «busto» desaparecido era el original, se debe a la aparición de una fotografía de 1988, la única existente del original, que confirma y muestra claramente la similitud entre ambos, y la diferencia con el del cambiazo de 2019. ¿Por qué ha sucedido esto, por qué se ha hecho desaparecer dos veces la imagen de un busto de Cristo? Los autores de la fechoría no han explicado nada, ni la de 1988, ni la última.

El caso es que el busto bendecido, no volverá nunca a la iglesia de San Agustín, salvo que él mismo lo indique. La historia de este busto y culto no se acabará nunca de escribir y aunque no pueda afirmarse de modo racional, es el propio busto el que establece las reglas. En donde no quiere estar, no está. Ahora prefiere seguir oculto. Y lo que puede afirmarse con rotundidad, es que el actualmente expuesto en San Agustín, nada tiene que ver con el auténtico. La identificación del busto original ha sido posible tras la aparición de un antiguo recorte de prensa de 1988, que daba cuenta de la desaparición del busto, y del disgusto de los feligreses del barrio del Real. Ya no hay lugar para la duda.