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Tatăl nostru (Padre nuestro)
Tatăl nostru care eşti în ceruri! Sfinţească-se Numele Tău; vie Împărăţia Ta; facă-se voia Ta, precum în cer, aşa şi pe pămînt.
Pînea noastră cea de toate zilele dă-ne -o nouă în fiecare zi;
şi ne iartă nouă păcatele noastre, fiindcă şi noi iertăm oricui ne este dator; şi nu ne duce în ispită, ci izbăveşte-ne de cel rău
Pasar sin desatar la envidia de la Iglesia y de las llamadas gentes de iglesia, que no de los fieles silenciosos. Hoy hemos escogido la oración entre las oraciones, la que el Hijo legó para dirigirse al Padre. Hemos escogido el idioma rumano por su sonoridad y por su firmeza. También hemos conocido un poema rumano Luceafărul, El Lucero, compuesto por Mihai Eminescu en 1883. Se trata de un poema amoroso, declarado como el más largo de la literatura, pero que también pueden recitarse partes suyas como una oración.
Hemos creado un mundo, un lugar en el que la gente entra cuando quiere, que no se anuncia, pues es un lugar que debe ser descubierto. Aunque no escribamos, las personas entran y se detienen, muchas nos acompañan desde hace años en silencio total. Aquí no hay discusiones ni suele entrar el ruido del mundo, aunque hablemos de él. No podemos vivir fuera del mundo.
También hay quien entra, lee y crea disturbio fuera, pero eso es algo que no podemos evitar. Procuramos no llamar la atención, no dar demasiados detalles para no alentar el soplo de la envidia, que nos rodea siempre. Aquí solo venimos a buscar paz, encontrar refugio frente a las inclemencias y a ordenar el espíritu. En este lugar buscamos luz en medio de la oscuridad, y el silencio que nos permita escuchar.
Todo lo que hay aquí es nuestro, pero lo compartimos, aunque siempre haya quien quiera llevarse la vela, pese a que también le alumbra a él. Existe un lugar físico que se corresponde con esta capilla virtual, que también es real.