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- Cristo de La caña
- José Ruiz Vacca
- Cristo de Mena
El tiempo será largo, el venidero, el que nos espera. La vida suele ser larga y el futuro no se adelanta por más impaciencia que mostremos. Ningún suceso ocurrirá antes de su tiempo y cualquier acontecimiento cobra sentido muchos años después. El sentido de una vida se ve en su parte final, si es que lo tiene; e incluso a veces, muchas vidas se explican porque son las que abren paso a otras. Nuestra permanencia aquí no tiene más sentido que el que nosotros pretendamos darle, y también por el que otros busquen en aquello que escribimos. Hay días que apenas llegan hasta aquí una o dos personas, e incluso en algunos y escasos días, en los últimos tres años, no se contabilizó ninguna visitas. Son los días vacíos, aunque son más llamativos aquellos en los que solo hay una o dos visitas.
Para entender todo esto hay que remontarse al año 2006, antes de que existiera todo, y mi encuentro casual con un melillense, Pepe Vacca, que me abrió las puertas y el conocimiento del mundo religioso de Melilla. Hasta entonces nada de eso había llamado mi atención. Un año después, y todavía inmersos en la labor de descubrir y relatar historias apenas divulgadas y a punto de perderse para siempre, moría de forma repentina. Me quedé completamente solo, metido en un mundo desconocido, muy poco habituado a la luz externa y sin saber qué dirección tomar. Algunos acontecimientos posteriores, como la marcha repentina de las Hijas de La Caridad en 2011 y mi encuentro con Monseñor Buxarrais ese mismo año, me orientaron de forma definitiva, pero durante bastante tiempo tuve que desbrozar y separar la cizaña del trigo guiado solo por la intuición. El año pasado volví a poner al conocimiento público la historia olvidada del Cristo milagroso de La Caña, imagen del calendario del presente año. Fue una de las historias más intensas que narré, junto con la de «La leyenda del Cristo de Mena», en cuyos antecedentes me situó Pepe Ruiz Vacca. Todo cobra su sentido tras largas años de búsquedas, de éxitos, de errores, de olvidar las historias y de encontrarlas cuando menos se esperan.
Lo que un día existió, permanecerá ahí siempre, dormido, aunque haya sido olvidado. En algún momento, alguien lo encontrará, o será guiado hasta su encuentro. Mientras tanto hay que seguir, haciendo muchas otras cosas. Pronto este largo tiempo se cerrará con una obra y un testimonio, que será a la vez todo, y también algo distinto. Se cerrará un tiempo y se abrirá otro. Mientras tanto, la luz permanecerá ahí iluminando.