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candeleros, imágenes de pasión, incienso, nazarenos, oficios, portadoras, semanosanteros






La Fe, en las calles
El turiferario se aplicaba en su labor con total dedicación, moviendo el incensario, encendiendo los carbones, reponiendo las perlas de incienso. Lo hacía con tal intensidad que, en unos minutos, las vaharadas aromáticas cubrían todas las calles. La noche templada y con escaso aire, contribuían a la densidad del ambiente. El incienso llena los sentidos y transforma la visión de los objetos a los que cubre. si uno se deja llevar por él, si se impregna de su olor, deja de percibir el paso del tiempo, que es de lo que se trata. En esa sensación, en ese estado del espíritu, de reposo de los sentidos, cobra toda su importancia la música de las Bandas de Semana Santa, que acompañan siempre a los tronos y a los pasos. Es el doble efecto envolvente, porque las imágenes pasan rápido, son fugaces.
Pero siempre está y permanece esa multitud de personas que acompañan los pasos, y que casi nunca son los mismos: Nazarenos, portadoras de andas y tronos, acompañantes, penitentes tras los pasos, mujeres de mantillas, costaleros, portaestandartes, recargadores de velas, velones y cirios, los turiferarios. Toda una pléyade de actividades semanosanteras, sin las cuales las imágenes de culto no lucirían como lo hacen. Todo se hace para ser visto, y cada uno participa en el grado de intensidad y en el modo que quiere, o puede en ese momento, porque cada año es diferente al anterior. Nunca veremos a las mismas personas.
Y es esa gente, anónima en su mayoría, que no verá recompensada nunca su contribución, aunque no participe por ese motivo, es la que da sentido a todo. Hace un año, en Málaga, una lluvia que luego no llegó tan fiera motivó la suspensión de la procesión del Cautivo. Sin embargo, esos cientos y miles de personas, acudió a su Casa de Hermandad para verle. Esa es la fe de pie de calle, la de la parábola de la viuda. Aquellos otros, lo que van por delante de varales y de tronos, y que son reconocidos, ya tienen en eso su recompensa.
La labor del observador de la fe, es buscar a las gentes del primer grupo, porque al año siguiente volverán, aunque sean otras.