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           Gema María Humberta Pía (hija de Enrique Galgani y Aurelia Landi) nació en Camigliano, aldea de Toscana , en el distrito de Lucca, un 12 de marzo de 1878, y moriría 25 años después, el 11 de abril de 1903, el sábado santo de ese año. Eran tiempos en los que las enfermedades y los reveses de la fortuna, podían derribar a una familia acomodada en apenas unas pocas sacudidas, quizá igual que ahora, quizá igual que siempre.

                  Eran tiempos convulsos y necesitados de ejemplos, en la siempre muy católica Italia, cuna de grandes santos y santas. Apenas acaecida su muerte, la fama de su vida, obra y milagros se extendió más allá de su región natal y alcanzó a Italia entera, que comenzó a peregrinar hasta su sepulcro del cementerio de Lucca. Había trascendido un suceso extraordinario y de difícil explicación e incluso narración, y es que tras su muerte y siguiendo un deseo suyo, fue exhumada para serle extraído el corazón, su corazón pasionista y apasionado. La conmoción de los congregados en 24 de abril fue máxima al hallarlo sin signos algunos de corrupción, manteniendo todavía la sangre sin coagular, perfectamente fresca y roja.

                  En 1915 su biografía, como esta del padre Germán de Estanislao, ya estaba traducida a casi todos los idiomas europeos, y la veneración a la virgen de Lucca, había atravesado el Atlántico, gracias a la Congregación de los Padres Pasionistas a la que pertenecía y era devota. El primer Pontífice romano que queda admirado con su biografía y recomienda su difusión es Pío X.

                  Pronto todo se llena de opiniones acerca de ella y del impacto y beneficio que produce su lectura. El padre Germán recoge entre otras muchas esta singular opinión: «En esta vida hay algo misterioso que atrae, que vence, que subyuga el ánimo, lo cual no ocurre, a mí por lo menos, con las biografías de otros santos».

                     Ocurre que cada santo o santa tiene su momento y su tiempo. Cada santo es invocado o conocido por alguna virtud concreta, y los fieles se dirigen a ellos para obtener alguna gracia o intercesión específica, de ahí los patronazgos de algunos de ellos sobre sectores concretos de la actividad vital y laboral.

                   En santa Gema sucede que no hay ninguna virtud que destaque por encima de otra, ni cosa alguna en que desmerezca el conjunto de su corta vida. La virgen de Luca otorga una paz específica al espíritu, y purifica los sentimientos, alejándolos del pecado. Un canónigo, adelantándose un siglo a la situación actual se refiere a ella como una guía eficaz para los sacerdotes: «Gema es un apóstol, la santa de nuestros días, concedida por Dios para sacar del vicio a tanto infeliz sacerdote». La invocación y amparo de la santa, aparta del espíritu al pecado de la lujuria.

                La cercanía de la presencia de santa Gema, la lectura de su vida, obras y pensamientos, provoca de inmediato un cambio. Siempre hay un antes y un después en la vida de quien se encuentra con ella. No te abandona nunca, se mantiene a tu lado, aun cuando a veces y por circunstancias, no se la pueda dedicar el tiempo necesario. Pide poco, otorga mucho.

          Nota: La biografía, así como las estampas italianas, son anteriores a su causa de  canonización, por eso es solo descrita como «sierva de Dios», expresión que indica que su causa ya está en la Congregación para la Causa de los santos.