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Colección de rosarios devocionales

            Dicen los que entienden, que la Fe es un don, y también un tesoro. La Fe ha producido tesoros, en todas las religiones,  a lo largo de los siglos en forma de creaciones artísticas, literarias, musicales. Está claro que la Fe, es entre otras cosas, parte de la condición humana. Es un misterio inextricable. Muchos la defendido, intentado explicar, a la par que otros la combatían con denuedo. La Fe también ha llevado a hacer barbaridades en su nombre, por eso hay que darle el valor justo, el que le corresponde. Todo debe ir siempre acompañado de obras: «…y Yo, por mis obras, os probaré mi Fe«. Frase sencilla e impresionante y a la vez muy profunda.

           Un día, empecé a encontrar rosarios fascinantes en el Rastro de Melilla. Nunca antes me habían interesado, la verdad es que hasta los desdeñaba. Sin embargo aquellos rosarios antiguos, pesados, hechos de maderas, de semillas, metálicos o de otros materiales, me resultaron atractivos. La gente se deshacía de ellos, como objetos anticuados y sin utilidad en el mundo actual. Yo percibí en ellos algo en lo que no me había fijado hasta ese momento. Esos rosarios desgastados que estuvieron en manos de personas, que elevaron sus preces una y otra vez, estaban cargados de buenos deseos, de agradecimientos, de súplicas, de energías positivas. Son como viejos caminos para comunicarse con lo más Alto y decidí coleccionarlos y guardarlos. Tienen valor, pero no es monetario. Son un tesoro, pero de una categoría que apenas puede percibirse. Desde entonces me acompaña una buena cantidad de ellos, algunos muy hermosos. Algunos tiene 100 años de antigüedad. Pertenecieron a personas de las que nunca sabremos nada.