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La pequeña historia de una imagen
Hace tres o cuatro años, recorría el «Rastro de Melilla», nada que ver con algo similar o con lo que la palabra evoca en el mundo entero, en busca de lo que yo llamaba tesoros. En general buscaba imágenes religiosas abandonadas por la gente, rosarios antiguos e imaginería religiosa en general. En aquellos años encontré cosas bastante interesantes y a precios muy módicos. Hoy tengo una colección pequeña pero interesante de todo este tipo de objetos. Me gustan porque a veces me paro a pensar en cuantas oraciones recibieron esas imágenes y rosarios, cuantas súplicas, cuantas plegarias y favores cumplidos o no. En general, yo me sigo considerando un pagano, en la acepción vinculada a la religiosidad antigua, a la existente antes de la llegada del cristianismo oficial. Los romamos eran, en el aspecto religioso, el pueblo más tolerante posible. Aceptaban cualquier deidad proveniente de cualquier parte del entonces mundo conocido. Había una religión de «Estado», relacionada con cierto tipo de culto protocolario a la figura del emperador, pero nada más. La intolerancia apareció con el culto monoteísta.
Un día, en aquellos paseos, encontré esta imagen, pefectamente enmarcada y la compré por 1€. Está claro que presidió el cuarto de un niño o niña, y vigiló durante años los sueños de su infancia, y los buenos deseos de su padre y madre. Me imagino a una madre, echando una última mirada a su criatura, embozada en la cama, bien arropada y antes de apagar la luz, dirigiendo una última mirada a este cuadro.
He visto decenas de imágenes de este tipo, intentado provocar sentimientos maternales y de protección, pero muchas de ellas son demasiado artificiales, demasiado evidentes. Obvio en esta fotografía cualquier connotación religiosa. No la busqué, no me fijé en eso cuando compré este cuadro por 1€. Es de una ternura y una suavidad máxima, tanto en la madre que mira al hijo, como en la del hijo a la madre. Ignoro de dónde está sacada, si es una reproducción de un óleo, de una lámina. No sé nada del autor. La imagen inspira paz, un entorno de protección absoluto. Nada turba esa sensación de tranquilidad y confianza. No se puede describir más, solo mostrarla.
Necesitaba un instante de paz, esta capilla fue creada para eso, a salvo del ruido y de las contingencias mundanas que azotan fuera. He tardado 20 días en volver aquí.
Que bonita imagen, refleja ternura, cariño, amor. No hay amor mås grande en el mundo que el de una madre a un hijo. Y este a su vez se prolonga en partes iguales a cada uno de los hijos. Pues sí, curiosa adquisición. Qué tamaño tiene?
Lo tienes colgado en algún lugar?
El tamaño es de 30 x 20, más o menos. No lo tengo colgado. Lo tengo almacenado, junto a otras cosas. Llevaba tiempo sin verlo. Lo redescubrí y decidí compartir la fotografía.
Pues sí, es muy bonita, podría restaurarse, con poco arreglo parecería nueva. Yo restauro mis cosas y arreglo los cuadros, y figuras, y láminas, por un curso que realizé hace tiempo.
Transmite mucho la imagen, yo la tendría colgada en algún lugar.
Conservala bien, no te desprendas de ella.
Casualmente he vuelto a leerla después de un año. Bonita entrada.
El cuadro es precioso, la ternura de las miradas conmueve. Tengo mucho aprecio a este simple cuadro, que me costó uno o dos euros, porque quien lo hizo, una madre, puso gran cuidado y ternura en su elaboración. La misma que se ve en la fotografía.
A veces lo más simple, y de escaso valor, es lo más bello.
Casi siempre ocurre así. Igual que en la vida, los mejores momentos suelen ser recuerdos de cosas sencillas. Instantes.