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- Atardecer en Melilla
- Después de Cristo
- Jesús de Nazaret
Todo lo que no se pueda compartir, escribir o dar testimonio de ello está destinado a perderse, sin embargo, no todo puede ser dicho o escrito. Desde hace años, un amigo me está proveyendo de muy interesantes libros sobre teología. No digo el nombre, porque en este mundo la envidia es un alimento para muchas almas. Hay cosas que no pueden ser compartidas. En los pasillos de La Iglesia, reinan sombras que devoran cualquier luz, y en ellos el chisme y el rumor suelen ser constantes. No hay nada más receloso que «un capillita» ni aguas más oscuras que las de los que medran en los aledaños de La Iglesia. Si se quiere sobrevivir y proponer algo nuevo, que realmente sirva e ilumine, no se debe entrar nunca en esos pasillos, porque solo se conoce la puerta de entrada. De una de mis mejores frases, publicada en un artículo escrito, se ha apropiado alguien y ha obtenido con ella grandes elogios y parabienes.
Esos libros me sirven para dar con ideas nuevas y a veces proporcionan interesantes reflexiones. No creo en la teología doctrinal o académica, por eso exploro en otros libros, que pueden considerarse claramente contrarios, como el del teólogo ateo, para descubrir la verdad de las cosas, sobre todo porque ayudan a identificar las mentiras, con las que nos han inundado durante siglos. Estos libros ofrecen un análisis muy detallado del texto evangélico y neotestamentario, realizado desde los escritos originales y enseñan a distinguir el trigo de la cizaña. Se trata de Alfredo Fierro y su «Después de Cristo». Si se lee con atención, hay que partir de cero. Queda en pie muy poco. También he leído el «Jesús de Nazaret» de Joseph Ratzinger, que pese a ser un muy buen texto, no consigue disipar las sombras de los principales exégetas críticos con la doctrina y la interpretación oficial. Son ya aguas muy profundas y oscuras, en donde lo que resplandece es muy poco.
Hay siempre que estar atento a la llegada del cuervo para que no se coma el grano. La magnitud del engaño sobrecoge, sobre todo cuando se accede a estos análisis rigurosos, sin otra pretensión que la de mostrar aquello que es cierto.
Entre la luz y la tiniebla debemos escoger nosotros solos, sin que medie la posibilidad de ayuda alguna.
¿Qué es lo que hay en donde has estado mirando, Hospitalario?
Génesis 1: La Tierra, empero, estaba informe y vacía, y las tinieblas cubrían el abismo: y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas. ¿Qué hay allí?. Nada; Todo.
De un modo imperceptible, aquí se ha producido un gran cambio, pero no puede explicarse. Quien lo vea, lo percibirá sin esfuerzo.
«….sin que medie la posibilidad de ayuda alguna». Puede haber amigos, escritos, libros que nos ayuden a orientarnos. Claro que, ahí, ya tenemos que empezar a escoger.
Siempre hay que escoger y en el momento final se es uno solo. Nadie vive la vida de otro, nadie muere por otra persona. Hay trances en la vida de cualquiera, en los que no hay posibilidad de ayuda. Es como cuando uno se va a dormir, en ese instante, cuando se es consciente de él, se está solo, junto con el último pensamiento y/o preocupación del día.
Diría algo sobre la soledad, pero no lo voy a hacer porque podría ser que cayese en pontificar, cuando solo son mis ideas o mi manera de vivirla. Máxime cuando tú te limitas a constatar la existencia de la soledad ineludible para todos, y te quedas ahí, sin más, entiendo que para que cada cual busque y encuentre su propia forma de abordarla, no como una simple queja de la condición humana.
Todo son nuestras ideas o manera de vivir la vida, Isa. Creo que si hay un lugar en donde puedes expresarte es éste. Tú cuentas con una ventaja, la del anonimato, de la que yo no gozo. Te he dicho en otras ocasiones, que si alguien ha captado el espíritu del Alminar y de La Capilla eres tú, e incluso algunas veces has respondido como si fuera yo mismo, y eso me ha llenado de asombro hacia ti.
Si quieres que ahonde en algún punto o dirección concreta, puedes decírmelo. Tienes dos formas una pública y otra interna. No serás la primera o primero que me sugiere cosas a través del mail.
Yo mantengo encendido la lámpara, pero también necesito de quien me diga que el aceite está a punto de agotarse, o de que me indique que en determinado lugar, la vela no ilumina adecuadamente. Una vez preguntaste que si podías decir lo que quisieras y te dije que sí.
El otro día lo primero que se me ocurrió fue hacer un comentario distinto, la soledad para mí es tal y cual y ayuda esto y lo otro, peró recapacité y pensé que podría estar siendo otra vez prepotente para quienes la sufren en exceso, y presuntuosa, como si estuviese ofreciendo soluciones a los demás. Me dí cuenta de que tú lo haces muy bien, como un buen psicólogo que nunca te dice cuales son las soluciones, tan solo ayuda a que veas el problema para que tú las busques. En este sentido dije que solo constatas que la soledad está ahí, no echando es falta algo más.
Hay cosas que es muy difícil decir por escrito y a personas que no conoces y no sabes cual es su problema. Precisan mucha reflexión y expresarlas muy bien.
Veo la soledad a diario y sus devastadores efectos. Estoy en contacto con ella y la veo tanto en gente que vive sola, como en aquellos que viven en familia. En personas jóvenes, en adultas y por supuesto en ancianas, de las que es su reina. Entiendo que Hospitalario no quiera decir nada, porque si das un consejo yerras. Incluso la salvación es individual y lo que uno hace puede no valer para otro.
Es verdad que si das un consejo yerras, pero quizá si pueda dar una opinión.
Con ese planteamiento de que hay mucha gente con dolor y sufrimiento desmedido, no podría decir que la vida es bonita y que merece la pena, a pesar de todo, que es lo que me parece. Creo que es cuestión de proponérmelo, una elección, ver que todo tiene su parte buena. Quizá llegue el día en que me parezca insoportable, pero mientras tanto pienso vivir apareciendo todo lo que me ofrezca, incluso la soledad.
No escogemos nacer. El nacimiento es puro azar. No se escoge nacer un una parte del mundo con posibilidades o en otras sin ninguna.
Pese a todo, a cualquiera que se le pregunte, incluso a aquellos que son «los desheredados del planeta», que no tienen nada parecido a lo que nosotros consideramos como vida, seguro que responden que sí a la pregunta de si la vida merece la pena. Y responderán que sí, pese a que «la vida» no les ha ofrecido nada, y seguro que en su ausencia de todo aquello que nosotros consideramos como indispensable.
Este es el enigma de la vida, esa es su belleza y también la indecencia de este mundo, porque pese a lo dicho por Malaquías: los malvados, los ricos avariciosos y otros muchos, no verán ese día, ardiente como un horno, en el que arderán como la estopa.
La belleza de la vida es precisamente considerarla lo más bello que existe. No se necesita para ser feliz nada material, ni creo que todos esos avariciosos lo sean por el hecho de poseer. Hasta en el último trance de la existencia, cuando aún se es consciente de las cosas y después de sufrir, el ser humano considera que todo valió la pena pese a las adversidades y dificultades. El entusiasmo y el ánimo son dos cosas que derrumban todo lo material y los «desheredados» como tú los llamas, seguro que viven con la esperanza de conseguir una vida mejor y eso es importante. Para ser felices necesitamos cosas que despierten nuestro entusiasmo, tal vez ellos las tengan.
Siento contradecirte, pero no creo que el nacimiento sea puro azar. Creo que responde a alguna intención, aunque, desde luego, la desconozco.
Quien quiera puede contradecirme, Isa.
Nosotros lo que tenemos, es la posibilidad de adoptar una actitud ante la soledad y el dolor que disminuya el sufrimiento. ¿Algunos dentro de unos límites? Desde luego. Fuera de esos límites nada es posible, no estaríamos aquí hablando de esto.
Cuando Juan habla de la soledad de las ancianas (ancianas, da para otra charla), me temo (por ellas) que se refiere a ancianas carentes de los medios materiales elementales para vivir. Pero eso es otro problema, no tanto de soledad como de no contar con una situación mínimamente adecuada que permita afrontar esa soledad.
Por eso los curas de la Teología de la Liberacion primero intentan atajar la miseria, para poder después hablar de Dios.