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          No me elegisteis  vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros. Y os he designado para que deis fruto abundante y duradero. Juan 15, 16

          Siempre el mismo sitio, siempre el mismo lugar, pero esta vez había una sensación diferente. Con la penumbra, la señal fue más clara. Lo que debe ser hecho ya no puede demorarse más. Empieza a no haber más tiempo. Las piedras esperan, las personas no. Quienes estuvieron aquí en el pasado hoy ya no están, y quienes estamos hoy podemos no estar en el futuro. Así cambia la vida ante nuestros ojos. Siempre es la misma obra, siempre con distintos actores. De todo lo que ha ocurrido aquí, a lo largo de casi un siglo, apenas queda constancia. Hemos dado vida y luz a una parte de esa historia. Hay algo que debemos hacer y que ya no puede demorarse. Esto es importante y debe ser hecho ya. La lámpara está encendida y nos está esperando.

             «Pero si con el corazón sosegado e impertérrito vas obediente a donde El Espíritu te condujere y sigues la dirección contra tu propio sentido, pasarás ileso por las tentaciones. Encontrarás a menudo que son aquellos mismos que te estaban obligados por el agradecimiento, amistad u oficio, los que te serán infieles e incluso adversarios. Pero aun en el exterior ocurrirán muchas cosas que te conmoverán y agitarán tu espíritu, si no estuvieses en la paz bien afianzado.

             Los santos más versados e instruidos en los caminos ocultos de la vida espiritual nos enseñan que el demonio, espíritu malo y torcido, acostumbra a tentar más, a aquellas personas que se ejercitan en la adquisición de las virtudes, o a quienes deben llevar a cabo alguna labor por el mandato del Espíritu.