- La capilla
- El párroco
- Efectos de las luces
Hace ya unas horas en las que el último visitante dejó aquí sus plegarias. Todo está ya oscuro y el párroco se dispone a apagar las últimas luces. Ya no huele a cera y el aire está frío. Todavía no está cumplido el primer mes del invierno. La oscuridad de la noche es profunda. Las tenues luces de las velas eléctricas provocan extraños efectos. En la penumbra una pequeña luz parece transformarlo todo, aunque no hay nitidez en las imágenes. Algunas, como la titular de la capilla parece desaparecer por efecto de la cámara. Los santos meditarán las plegarias recibidas. Años de rezos, generaciones completas, hermanas de la caridad, feligreses, párrocos han pasado por aquí durante décadas y no parece quedar nada. Solo quedará aquello que recojamos mediante nuestro testimonio. Daremos cuenta de lo que hemos visto y oído. Todo existirá mientras estemos aquí para ver y dar cuenta de las cosas. Las luces permanecerán encendidas mientras mantengamos nuestra labor de vigilancia. Da igual que nadie entre a verlas, o que sean cinco o varios cientos los que entren y ofrezcan sus plegarias. Lo importante es que quien entre, las encuentre encendidas. La labor es muy difícil, precisa de constancia y de perseverancia, porque la mayor parte de las veces, la ayuda casi no existe. Quien un día estuvo, ya no está. Algunas veces se encuentra a alguien inesperado en este instante final. Otras no. Entramos y salimos en soledad. Se entra a cumplir con una labor, pero a veces, se ven hechos diferentes, instantes que merecen la pena y que transforman nuestra visión de la vida. Hay que seguir yendo, hasta que todo se acabe, porque todo tendrá un fin. Todo está aquí y a la vez nada.
Cuando llega la noche, y la penumbra se adueña de la capilla de Nuestra Señora de las Victorias, queda y permanece Jesús Eucaristía, oculto en el Sagrario. Muy cerca de Él, cercano a la puerta de entrada, Don Manuel González, el Obispo de Málaga que quiso llamarse «El Obispo de los Sagrarios abandonados.»
Se marcharon las Madres de Desamparados y San José de la Montaña, se fueron las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, cambiaron cientos de veces a los distintos capellanes… ,niños que crecieron al calor de este HOGAR… Ahora, cuando se cumple el Primer Centenario de esta benéfica institución, es el momento de que REGRESEN todos los que puedan; para dar testimonio fehaciente de que aquí, en este lugar, la CARIDAD adquirió la fuerza de la JUSTICIA y se derramó a manos llenas. Ahora, Monseñor Buxarrais, padre de los desamparados de Melilla, se convierte en testigo de excepción…Su dedicación y entrega es manifiesta.
Muchas noches, ya de madrugada, sigue habiendo actividad en la capilla…las luces encendidas nos indican que allí hay vida.
Pronto habrá una sorpresa editorial con respecto al tema religioso en Melilla. Se dará testimonio de quien debe darse, por parte de aquel que menos esperan. Y entonces los escribas y los fariseos demudarán su rostro.
Una bella intervención, Imparcial.
Espero con ilusión esa realidad que anuncias. Estaré muy atento para que no se me escape la oportunidad de comprar un ejemplar. Sabes que el tema religioso me fascina. Me quedo con la clave:TESTIMONIO.
Testimonio de gratitud los responsables y trabajadores del Centro Asistencial de Melilla, por hacer felices a los ancianos y a los niños.Todos juntos forman una gran familia.
Se puede entrar cien veces cien en el interior de un mismo templo y cada vez experimentar sensaciones diferentes. Nada permanece, nada es igual, nunca, aunque dé la sensación de que el tiempo no pasa o de que perduran ciertos aspectos. Todo cambia.
«El cambio es incesante e implacable. Por lo tanto, la mejor estrategia es aceptarlo y evolucionar»
Seth Godin
Todavía no sé qué es mas, si lo que desaparece o lo que queda. Todo evoluciona, pero a la vez lo que permanece lo hace de modo inalterable, como esos silenciosos muros, imágenes y lámparas. Mientras nosotros estemos y demos testimonio, muchas cosas quedarán y esto último será entendido, espero, antes pronto que tarde. Gracias Alétheia e Imparcial por permanecer.
Siempre debe quedar algo en nosotros que nos haga reconocibles, Alétheia, aquello que es y constituye nuestra esencia. Es difícil mantenerlo, pero es nuestra obligación. La lámpara encendida, la que mantiene Hospitalario, nunca es la misma, pero nosotros entramos y siempre está esa luz encendida. Eso ayuda mucho. En ocasiones, solo se necesita eso, entreabrir la puerta y ver que sigue allí la luz, o mirar desde lejos y ver ese tenue resplandor que nos acompaña. Esa visita diaria, esa pequeña luz.. Eso es lo que nos mantiene.
Mientras exista esa visita seguiremos, pero es cierto que todo cambia. Nada permanecerá como lo conocemos ahora. Nada permanece ya como un día lo conocimos. Yo he visto esos cambios aquí mismo. Todo permanecerá solo si nosotros seguimos ahí, manteniendo encendida la lámpara. Cambiamos, pero también somos los mismos. Esto es insondable.