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- San Nicolás de la Villa
- Torre de San Nicolás de la Villa
- Altar de San José María Escrivá
- Estampa San Nicolás de la Villa
Tras la conquista de Córdoba por las tropas cristianas de Fernando III en 1236, todas las mezquitas fueron transformadas en iglesias sin apenas cambios en su estructura, salvo la reordenación interior y la eliminación de la quibla y el nicho mihrab. Sobre la quibla se colocaba el altar mayor y el mihrab solía cegarse. No había dinero para mayores transformaciones. Al asentarse la conquista cristiana y extenderse la cristianización del territorio, que fue completa y extensa, la Iglesia empezó a nutrirse de cuantiosos fondos, con lo que transformar las antiguas mezquitas en iglesias, permaneciendo eso sí, la orientación de los edificios, siempre hacia el Este, lo que suele ser un indicador claro, en caso de dudas, sobre si un actual edificio cristiano fue anteriormente una mezquita, en los casos en los que existan datos históricos objetivos.
La nueva Córdoba cristiana se reorganizó en collaciones*, término utilizado para definir la adaptación de las mezquitas en edificios de culto cristiano. Dos de esas collaciones tomaron el nombre de San Nicolás, la de la Ajerquía y la de la Villa. La primera no ha sobrevivido, y la segunda sí, pero completamente transformada. Salvo la orientación del edificio, y la separación interior en tres naves con sus correspondientes tres capillas rectas, indicio probable de la adaptación del espacio cristiano al anterior musulmán. Lo más significativo de esta iglesia, que estuvo a punto de ser demolida, es su torre, que es un símbolo de Córdoba. Su base cuadrada y su alzado hexagonal en su parte alta, induce a pensar si su arranque no sería el del antiguo alminar, al menos en su posición con respecto a la iglesia.
San José María Escrivá y la santidad común
Es una iglesia suficientemente estudiada y sobre la que existen numerosos datos, pero hay otra cosa en ella, que sí la hace llamativa, y es la de tener un vistoso y áureo altar, con lamparario incluido, dedicado a San José Mª Escriva, el santo de lo común. La santidad de San José María marca una frontera, la del acceso de la gente común al proceso de santidad dentro de la iglesia. Habría que preguntar cuántos santos fueron llevados a los altares antes de la santificación del fundador del Opus Dei, y cuantos después. Después de él, no haría falta la realización de milagros espectaculares o vidas heroicas, para lograr el objetivo de la santidad, el recuerdo y la veneración inmortal. Una vida sencilla, un trabajo común y unos milagros simples, pueden otorgar el acceso a éste selecto grupo del santoral, tras el paso del padre fundador de la Obra de Dios por la tierra.
Todo en su vida y en su Obra es prodigioso. Normalmente, un Orden necesita siglos para asentarse y extender su influencia en el orbe católico, caso de los jesuitas. Muchas desaparecen. El viaje prodigioso del Opus Dei y de su fundador se produce en apenas medio siglo.
Nota: Iglesias de la Reconquista, Mª Ángeles Jordan, Fernando Moreno, Mercedes Mudarra. Universidad de Córdoba, 1997