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                       Almería en el Año de la Misericordia

   «En la cátedra de Moisés se han sentando los escribas y fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen pero no hacen. Todo lo que hacen es para que los vea la gente, les gusta los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas. Ay de vosotros, escribas y fariseos, que cerráis a los hombres el reino de los cielos. Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren». Mateo 23

         La misericordia no puede estar solo en los labios y en los discursos, debe estar en el espíritu y presidir las acciones de la persona. Este año ha sido declarado por el Papa Francisco como el de la Misericordia, y se ha declarado como año jubilar extraordinario.

         En cada ciudad, además de la iglesia catedral, otras han sido designadas para acoger el jubileo. En las catedrales se han abierto las llamadas puertas del perdón, que deben permanecer abiertas a lo largo de todo el año, en los horarios que los cabildos establezcan. En Melilla se abrió ceremonialmente, una puerta, la de la Iglesia arciprestal del Sagrado Corazón,  que nunca fue ni del perdón, ni santa, como se la ha denominado en los medios de comunicación. Es una «puerta falsa», que luego ha permanecido cerrada tras el acto ceremonial. En Melilla no reina ni el perdón, ni la misericordia.

           En todas las iglesias designadas para acoger el jubileo, como la catedral de Almería, colaboradores permanecen junto a las puertas abiertas, y se informa mediante carteles, cuales son las horas de confesión, y de las misas, para alcanzar el jubileo. Nada de esto se ve en la ciudad de Melilla, cuya iglesia patronal, la de la Purísima Concepción, ni siquiera ha sido designada como receptora del jubileo. En Almeria, además de la iglesia catedral, el santuario de la Virgen del Mar, patrona de la ciudad, ha sido designado para acoger el año de la misericordia.

                      Evangelizadores con espíritu de misericordia

            Este es el título de un libro editado por la Conferencia Episcopal Española, con consejos y reflexiones del Papa Francisco para los sacerdotes. Es un libro denso con directrices para evitar «el tremendo mal de la mundanidad espiritual», que consiste en buscar, bajo ropajes espirituales o pastorales, buscar solo la gloria personal, y no la de Dios ni de la Iglesia, escondidos en una apariencia religiosa, pero vacía de Dios.

          Las reflexiones del Papa Francisco, en cursiva, se apoyan con citas evangélicas, como ésta de San Pablo a los Filipenses: «Todos buscan su interés, no el de Jesucristo». Hay que huir del centro de las ciudades, y de la compañía y de la mesa de los poderosos, para irse a la periferia, y mezclarse con los pobres, con los necesitados de la palabra y la luz del evangelio. Estas son las exhortaciones del Papa Francisco.

           En otras de sus reflexiones que preceden a cada capítulo, el Papa Francisco afirma: «A veces, escuchando un lenguaje completamente ortodoxo, lo que los fieles reciben, es algo que no responde al verdadero evangelio de Jesucristo. Con la sana intención de comunicarles la verdad sobre Dios y el ser humano, en algunas ocasiones les damos un falso dios, o un ideal humano que no se verdaderamente cristiano».

            En Almería hemos visto al obispo de la ciudad, monseñor González Montes, participar en un muestras de villancicos populares, acompañado del sacerdote Manuel Carrasco, en la plaza de la catedral.

            La claridad del mensaje evangélico es rotunda, la interpretación del Papa Francisco también, y pese a todo, en algunos lugares, como nuestra ciudad, vemos cambiar muy poco las cosas.

             «No os dejéis robar la comunidad. La palabra, sin los hechos, sin un fuerte compromiso social, no sirve de nada», dice el Papa Francisco.