Sobre el modo de orar
La oración , por tanto, que Dios escucha y que consigue lo que pide, es la que va acompañada de la caridad y de la humildad, del ayuno y de la limosna, de la templanza y del perdón, del deseo de hacer bien al prójimo y no devolverle mal por mal, y del propósito de evitar el pecado y realizar obras buenas.
No se reduzca tu oración a vana palabrería, que nuestro Señor fue el primero en cercenar, enseñándote que no debes presentarte ante Dios con prolongados discursos, como su con ellos quisieras enseñar algo a Dios. Cuando oras, lo que se requiere es piedad, no verbosidad.
Poco es retirarse a la soledad del aposento, si permanece abierta la puerta a los inoportunos; y por ella entran malamente las cosas de fuera y asaltan tu interior. Fuera están las cosas temporales y visibles, que penetran por la puerta, esto es, por los sentidos corporales, en tus pensamientos y te distraen con una multitud de fantasmas mientras otras. Es menester cerrar la puerta.
No ceses jamás de orar. hay muchos que se cansan en la oración. En los primeros días de su conversión oran con mucho fervor; mas luego caen en la tibieza, después se enfría y, finalmente, dominados de la pereza, duermen tranquilos, como si no tuvieran necesitad alguna*.
Nota: * Kempis Agustiniano. Barcelona (1935).