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Capilla de Juan el Bautista

~ "Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo". Evangelio de Marcos

Capilla de Juan el Bautista

Archivos de etiqueta: meditaciones de san agustín

Meditaciones de San Agustín VII

21 miércoles Sep 2016

Posted by Hospitalario in textos y referencias

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el pastor y las ovejas, máximas de san agustín, meditaciones de san agustín

El pastor
El pastor
Los fieles
Los fieles
El Buen Pastor, Museos Vaticanos
El Buen Pastor, Museos Vaticanos

 La necesidad de contener la lengua

       Refrena tu lengua, porque el que es locuaz, no tendrá paz en la tierra. La persona habladora ama la mentira. ¿Cuál es su gusto sino hablar constantemente?. Cuanto menos medita en sus propios pecados, tanto más solícita anda buscando las faltas de los demás, y las busca, no para corregirlas, sino para murmurar. No puede disculparse a sí mismo, pero siempre está dispuesto a acusar a los demás.

              La lengua del hablador destila veneno mortal, más nocivo que el de las serpientes; pues si éste puede matar el cuerpo, aquél puede matar el alma. Porque escrito está: la boca mentirosa da muerte al alma.

                 Ante ti tienes la justicia y la maldad; tienes una lengua sola con la que poder escoger entre uno u otro; ¿por qué has de escoger el mal y preferirlo al bien?. Pones gran cuidado en no tomar manjares que puedan ser nocivos para tu estómago, y ¿ te atreves a dar a tu lengua alimentos de iniquidad?. El mismo cuidado que pones en elegir lo que has de comer, debes también emplearlo para lo que has de hablar. Máximas de san Agustín, Barcelona 1935

                    La necesidad de adoptar un posición

             Pocos santos expresan con tal agudeza las cosas como San Agustín, entre otras cosas porque él experimentó todo aquello sobre lo que escribe. Vivir en la indefinición es posible, pero a veces se llegan a disyuntivas en las que ya no cabe otra alternativa que escoger.Si vemos que un hombre es escarnecido, que se conspira contra él, y se le hace objeto de insidias de las que no puede defenderse, entonces hay que tomar una posición. Escoger entre el bien y el mal, con todas sus consecuencias. Ya hay demasiado silencio entre quienes deberían hablar alto, claro y a la vista de todos.

Meditaciones de San Agustín (VI)

04 lunes Jul 2016

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el buen pastor, el lobo y las ovejas, las ovejas y el pastor, meditaciones de san agustín

El Buen Pastor, Museos Vaticanos
El Buen Pastor, Museos Vaticanos
Rebaño de ovejas
Rebaño de ovejas

 El pastor, las ovejas y los lobos

La Iglesia

         No es posible despreciar a una parte y congraciarse con otra; y así nadie puede decir con verdad: es cierto que cometo pecados, pero no me separo de la Iglesia. ¿Es posible que juzgues que estás en amistad con la madre si ofendes al Padre. Tampoco se puede discurrir: soy justo pero no pertenezco a la Iglesia. ¿De qué te aprovecha no enemistarte con el Padre, si es él quien ha de vengar las ofensas hechas a la madre?. ¿Qué vas a conseguir con confesar al Señor, honrar a Dios, alabarle, reconocer a Cristo Jesús como Hijo d eDios, y proclamarte sentado a la derecha del Padre, si al mismo tiempo blasfemas de la Iglesia?. ¿No echas de ver la inconsecuencia?.

   Las ovejas y los lobos

                Cuando un lobo se acerca al rebaño, ansioso de entrar en el aprisco y de devorar las ovejas que encuentra al paso, si por estar en vela los pastores y ladrar los perros, no puede realizar sus intentos y se marcha sin matar oveja alguna, no por eso cambia su feroz condición; es lobo cuando viene y lobo cuando se va. ¿Acaso porque no hizo presa alguna, vino lobo y vuelve cordero?. Vino lobo furioso, y vuele lobo medroso; tan lobo es cuando vino, como cuando huyó; no destruyó nada, pero no por eso perdió su ferocidad.

  Nota: Los textos pertenecen al Kempis Agustiniano, edición de 1935.

Meditaciones de San Agustín (V)

15 miércoles Jun 2016

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los pastores de la iglesia, meditaciones de san agustín

Prelados y sacerdotes de Melilla
Prelados y sacerdotes de Melilla
Obispo de Málaga, en Melilla
Obispo de Málaga, en Melilla

Sobre los pastores de la Iglesia

El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desprecia, a mí me desprecia; mas el que a mí me desprecia, desprecia al que me envió. Lucas 10, 16

           Las tempestades que azotan la nave de la iglesia, conturban al piloto. El piloto recibe los honores, pero cuanto mayores son, tanto más grandes son los peligros a los que se ve expuesto. ¿Hay abismo más profundo que el humano corazón?. De aquí es de donde se desencadenan frecuentemente los vientos de las sediciones y discordias que, a su vez, ponen en peligro la estabilidad de la nave. Los que tienen en sus manos el timón, y sienten celo por la tranquilidad de la nave, saben cuánta verdad es ésta.

          Es cierto que cuando hablan, leen y exponen dan muestras de su saber; mas, ¡ay, si estalla la borrasca!. Frecuentemente fallan todos los cálculos humanos; a cualquier parte que uno se vuelva, ve que las olas se encrespan, que la tempestad ruge, que los brazos se cansan y que los capitanes no saben dónde enfilar la proa., cómo sortear las olas en qué dirección dejarla a la deriva, de qué escollos librarla para que no se estrelle. Es necesario pues, rogar por los prelados y rogar sin interrupción. Porque, a la verdad, si vosotros no estáis en el timón, ¿acaso no estáis en la nave?.

           No debe tampoco juzgarse que los prelados, por el hecho de serlo no estén también expuestos a algún injusto resentimiento, viven también en gran peligro y están expuestos a los embates de las tentaciones. Porque, ¿qué es cualquiera de los prelados, sino lo que vosotros sois?. Lleva consigo la carne mortal, debe comer, dormir y estar despierto; es hijo de mujer y ha de morir. Si reflexionáis pues, qué es en sí mismo, hombre.

Meditaciones de San Agustín (IV)

02 jueves Jun 2016

Posted by Hospitalario in reflexión

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meditaciones de san agustín, parábola del fariseo y el publicano

               

Campanas, Iglesia Arciprestal de Melilla
Campanas, Iglesia Arciprestal de Melilla
Monseñor Catalá y Vicario Roberto Rojo
Monseñor Catalá y Vicario Roberto Rojo

                  

                Parábola del Fariseo y del Publicano       

         Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: «Oh Dios,  Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, pago los diezmos de todo lo que poseo». Pero el publicano se quedó lejos y ni siquiera se atrevía a levantar sus ojos al cielo, , sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «Oh Dios, ven junto a mí a ayudarme, que soy un pecador». Os digo que éste bajó a su casa justificado y el otro no. Porque todo el que se exalta será humillado; y quien se humilla será exaltado».

                                       Sobre el fariseo y el publicano *

           Para humillar al que se exalta, el Señor hace caer sobre él su poderosa mano. No quiso humillarse, confesando su debilidad, y quedó humillado bajo el peso de la mano divina. Cuanto tuvo de pesada la mano para humillar, tanto tuvo de poder para exaltar. Poderosa en ambos casos: potente para aplastar al primero, y potente para exaltar al segundo.

                Si buscas en sus palabras qué súplica ha hecho el fariseo a Dios, no la encontrarás. Subió a orar, pero, en lugar de procurar alabar al Señor, lo que en realidad hizo fue alabarse a sí mismo. Y no le basta no rogar a Dios y alabarse a sí mismo, sino que por añadidura insulta al que humilde pedía la misericordia divina.

                  Ya has oído la sentencia divina, guárdate de la mala causa de ella; o por otras palabras, guárdate de la soberbia.

                                                     Obediencia a la iglesia *

                   En  el símbolo, regla fundamental de la fe, después del Espíritu Santo se hace mención a la autoridad de la Iglesia. En la profesión de la fe, la recta razón exige que a la Trinidad le siga la Iglesia, lo mismo que al inquilino,  la casa; a Dios, su santo templo.

          Nota: * Kempis Agustiniano

Meditaciones de San Agustín (III)

01 miércoles Jun 2016

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meditaciones de san agustín, sobre el modo de orar

 

Sala del Nazareno
Sala del Nazareno
Velas en la oscuridad
Velas en la oscuridad
El último instante
El último instante

                               Sobre el modo de orar

       La oración , por tanto, que Dios escucha y que consigue lo que pide, es la que va acompañada de la caridad y de la humildad, del ayuno y de la limosna, de la templanza y del perdón, del deseo de hacer bien al prójimo y no devolverle mal por mal, y del propósito de evitar el pecado y realizar obras buenas.

           No se reduzca tu oración a vana palabrería, que nuestro Señor fue el primero en cercenar, enseñándote que no debes presentarte ante Dios con prolongados discursos, como su con ellos quisieras enseñar algo a Dios. Cuando oras, lo que se requiere es piedad, no verbosidad.

                Poco es retirarse a la soledad del aposento, si permanece abierta la puerta a los inoportunos; y por ella entran malamente las cosas de fuera y asaltan tu interior. Fuera están las cosas temporales  y visibles, que penetran por la puerta, esto es, por los sentidos corporales, en tus pensamientos y te distraen con una multitud de fantasmas mientras otras. Es menester cerrar la puerta.

                  No ceses jamás de orar. hay muchos que se cansan en la oración. En los primeros días de su conversión oran con mucho fervor; mas luego caen en la tibieza, después se enfría y, finalmente, dominados de la pereza, duermen tranquilos, como si no tuvieran necesitad alguna*.

    Nota: * Kempis Agustiniano. Barcelona (1935).

Meditaciones de San Agustín (II)

31 martes May 2016

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meditaciones de san agustín, sobre la soberbia

San Agustín, iglesia del Real
San Agustín, iglesia del Real
Gárgolas, teatro Perelló
Gárgolas, teatro Perelló

                                 Sobre la soberbia

             No te dejes engañar por la soberbia, al ver que es abundante en obras: Ten presente que hace algunas muy semejantes o casi iguales a la caridad. Toda obra buena, que la caridad quiere hacer y hace, pone en movimiento a la soberbia, y como que guía sus caballos. ¡Ay de ti, si tu cochero es la soberbia!. El precipicio es inevitable.

               Que no sea la soberbia la que mueve a obrar el bien, ¿quién lo sabe? ¿quién lo ve? ¿cómo se puede discernir?. Observando sus actos. La misericordia y la soberbia dan de comer al hambriento, hospedan al peregrino e interceden en favor del pobre. La caridad, es decir, la persona movida por la caridad, confiesa el nombre de Cristo y sufre por ello el martirio; también el soberbio da la vida confesando a Cristo; pero el uno tiene la caridad y el otro no. El que no lo hace guiado por la caridad, que escuche lo que dice el Apóstol: «Aunque distribuyese todos mis bienes entre los pobre, y entregase mi cuerpo a las llamas, nada me aprovecharían estas obras».

               La divina Escritura te invita a prescindir de hacer ostentación, a dejar a un lado esas exterioridades aparatosas y a entrar dentro de ti mismo Recógete pues. No atiendas a la pomposidad del ramaje, sino a la raíz que está dentro de la tierra. ¿Es la soberbia la raíz?: pues aunque la apariencia sea la del bien obrar, de hecho no producirá obras buenas. ¿Es la caridad la raíz?: descansa tranquilo, nada malo sucederá.

                 El soberbio es adulador, como el caritativo severo. Por tanto, cuando obras rectamente, no debes recelar de ser visto, sino el hacerlo por ser visto y alabado.

                 No temas: si los soberbios tienen sus festines, también los tienen los humildes. manjar del humilde es la justicia, como la soberbia es del impío, no es maravilla pues, que el corazón del soberbio sea insaciable.

Meditaciones de San Agustín

31 martes May 2016

Posted by Hospitalario in reflexión

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kempis agustiniano, meditaciones de san agustín, temor de Dios

Vera Cruz, Segovia

                                             El temor de Dios

      Hay dos clases de temor, uno casto y otro servil; el primero, es el temor de perder la amistad de Dios; el segundo, es el temor de la venganza divina. Y así es servil el temor de ser castigado a arder con los demonios en el infierno, y casto es el de ofender al Señor.

           El ladrón teme al mal, y donde no puede hacerlo impunemente no lo hace; y sin embargo, no porque no robe ahora, deja de ser ladrón. Hay que tener presente que dios mira a los deseos del corazón más que a los movimientos de la mano.

               Si solo temes a Dios por los castigos, evidentemente no amas aún al que así temes. Vanamente te figuras vencedor del pecado, si no lo cometes por temor al castigo.

                No ofender a Dios por temor al infierno, no se llama temer al pecado, sino al fuego; el verdadero temor tema más al pecado que al infierno.

               Te haré una pregunta para descubrir lo que eres; pero atiende bien a la pregunta mía, que suena en tus oídos, y pregúntate después a tí mismo en silencio. Si Dios no te viera cuando haces el mal, y nadie hubiera de convencerte de pecado en su juicio: ¿Lo harías?.

                 Obra pues, movido, no del temor, sino del amor,  para que seas hijo y no siervo. Porque si por solo por temor al castigo obras el bien, no puedes considerarte un verdadero hijo de Dios*.

     Nota:  *Máximas de San Agustín. P. Antonino Tonna-Barthet, Barcelona  (1935)

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