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                                          Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera

              Cuando se quiere buscar la verdad, la precisión de los textos es un recurso fundamental. Una traducción puede variar de modo intencionado un texto y alterar su significado y el mensaje. Así pues, para escribir sobre la Biblia o los Evangelios empezamos una búsquedas de los textos más exactos, y a cotejar traducciones diversas.              Entre ellas siempre aparecía un nombre, la Biblia Reina-Valera, a la que concedíamos el carácter de preferente, pero sin ninguna connotación más, sin embargo había algo en ese texto que resultaba atractivo, se notaba un cuidado en la redacción que hizo que lo consideráramos como recurso principal. No conocíamos nada más sobre ella.

                    En el mes de noviembre acudimos a una exposición sobre la historia de la Biblia en la melillense Plaza de las Culturas, realizada por la sociedad evangélica Amiel. Allí vi por primera vez de modo físico, una edición conmemorativa de la Biblia Reina-Valera, el libro en castellano que acumula más ediciones solo por detrás del Quijote. Mi sorpresa fue grande, porque no es un dato que esté divulgado y sea de conocimiento común. Me atrevería a afirmar, que si se hiciese una encuesta sobre este Biblia, al menos la mitad de los encuestados afirmarían desconocer que fue la primera edición de la Biblia en castellano, y que sus autores fueron dos monjes jerónimos españoles y Extremadura. El desconocimiento alcanzaría a 8 de cada 10 encuestados, si se pretendiese que apuntaran algún dato biográfico sobre ellos. Hasta ese mes de 2019, nos encontrábamos en ese grupo.                                          

       Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera no son nombre reales, o son los nombres en religión de dos frailes Jerónimos del monasterio de San Isidoro del Campo en Sevilla, la capital del protestantismo español en la mitad del siglo XVI. En 1550 La Inquisición ya tenía a  la capital andaluza bajo su foco. Hay otro nombre, no menos importante y es el de Juan Perez de Pineda, notable clérigo cordobés, y primer traductor de los Evangelios al castellano. La Inquisición registraba los barcos buscando copias no autorizadas de la Biblia, y de textos luteranos, que entraban en España por puertos y fronteras. La sola posesión de un texto protestante llevaba directamente al poseedor a prisión y probablemente a las llamas de la hoguera. Pérez de Pineda huyó de Sevilla hacia 1550.

        Avisados Reina y Valera, huyen en 1557 hacia Ginebra, en donde les esperaba el ya huido Pérez de Pineda. Sin embargo, en el siglo XVI casi toda Europa pertenecía o estaba bajo la influencia del Imperio Español,  por lo que no podían vivir seguros en casi ningún lado, y se veían obligados a mudarse de lugar de modo constante. Un edicto de la Inquisición, equivalía a una orden europea de búsqueda en nuestros tiempos.

          Casiodoro de Reina encontró refugio un primer refugio en  Londres en 1558, pero aun así se vio obligado a huir de modo constante. En una vida vertiginosa, Reina consiguió publicar los primeros 1600 ejemplares de su Biblia en castellano, en la ciudad de Basilea en 1569. Reina falleció en Frankfurt en 1594. Se le puede considerar el autor de la primera traducción de la Biblia al castellano, aunque esto no es un dato que sea del dominio común. Cipriano de Valera, fraile y compañero de Reina, fue también un pensador, lingüista y  teólogo, huido igualmente a Londres, que publico además diversas obras, pero su nombre quedó para la historia, al publicar en 1602 una edición corregida y revisada de la Biblia de Reina, por eso, la edición de la Biblia protestante o reformada, es conocida por el sobrenombre de Reina-Valera.

              Valera desapareció de la historia en una fecha posterior a 1602, probablemente en Londres, aunque no es seguro. Los datos biográficos sobre ambos son mínimos. La Inquisición consiguió interceptar todos los ejemplares de la Biblia de Reina, o del Oso, por figurar ese animal en su portado. Todo registro sobre ellos quedó borrado de la faz del Imperio español. Los tres religiosos mencionados, Pérez de Pineda, Reina y Valera, fueron quemados en efigie (in absentia), en el Auto de Fe de Sevilla del 26 de abril de 1562.

                                     Cuando se abrió la piedra del sepulcro

                Volvamos pues al día de la visita a la de la exposición de la historia de la Biblia. Era un mañana soleada y ventosa de noviembre. En la carpa se exponían biblias en varios idiomas. Maquetas de objetos bíblicos como el Arca de la Alianza y el Arca de Noé, o de lugares como la cúpula de la Roca o el Sepulcro de Cristo. En un instante, un golpe de viento rasgó la piedra del sepulcro, que puede significar el fin del velo que ocultaba el conocimiento. Textos ortodoxos y católicos afirman que la atenta lectura de la Biblia protestante disuelve la fe católica, que puede ser leída pero brevemente.

            Tan lejos no llegará la cosa, pero el conocimiento de la persecución que sufrieron los tres traductores al castellano de los textos bíblicos, la saña que empleó La Inquisición en la persecución de los reformadores españoles, y que murieron exiliados y olvidados, sí ha modificado algunos aspectos de mi visión sobre la Santa Madre Iglesia. La tarde de ese mismo día me esperaba otro acontecimiento del que no tenía noticia, la sustitución del Cristo de Limpias original en la capilla de San Agustín, por una réplica no auténtica.