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El ruido del mundo es demasiado intenso. Muchas lazos nos impiden alejarnos de él. Necesitamos volver a la capilla en este año difícil. Captamos la sintonía con un viejo libro de meditaciones religiosas, que depuramos de las afirmaciones más anacrónicas. pero el fondo nos sirve y mucho. Es un ejercicio de desconexión, probablemente jesuita, pero del que desconocemos la fecha. Está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, devoción clásica de esta orden religiosa. La redacción del texto es una mezcla entre el propio libro y la depuración personal.
«El objeto de esta obra, y de quien quisiere sacar fruto de ella, es limpiar el alma de cualquier atadura con el mundo, de modo que se prefieran los placeres mundanos y las propias aficiones, antes que la devoción a Dios Padre y Creador. Para ello hay que desvincularse de todas esas imperfecciones o distracciones que sabemos que nos impiden la conexión con el espíritu que mora en nosotros».
Llegamos aquí a una gran máximo o consejo de San Bernardo, que ha estado siempre muy presente en el blog del Alminar. <Creedme, dice san Bernardo: Lo que se ha podado, retoña; lo ahuyentado, vuelve; lo extinguido, se enciende; lo adormecido, despierta otra vez. Poco es, pues, podar una sola vez; es necesario podar muchas veces, continuamente, si es posible; porque si bien te examinas; siempre hallarás alguna cosa que podar>. Y esto es cierto, porque lo que nos aparta siempre de nuestro camino es la misma distracción, lo que nos hace tropezar es siempre la misma causa. No podemos evitar nuestros errores, pero sí luchar contra ellos.
«Muchos trabajan en grande, pero aprovechan poco, y con frecuencia se ven obligados a empezar de nuevo. Razón por la cual el demonio a nada tira tanto como a evitar la completa limpieza de espíritu. Tolera este enemigo en cierta manera, que nos demos con sosiego a ciertas virtudes y aún a la perfección, con tal de que descuidemos la pureza de alma. Sabe que por aquí nos enredaremos en mil ilusiones y nunca llegaremos a tener sólidas virtudes. Nuestras victorias serán siempre parciales y en apariencia. Esteremos rodeados de las flores de la virtud, pero no llegaremos a disfrutar plenamente de ellas, porque no podemos romper la ataduras del mundo. Podremos aparecer como virtuosos y ejemplares ante los ojos de los demás, pero no ante nosotros mismo ni ante el Padre Creador».
«Para conseguir esa sintonía permanente con el estado de bienaventuranza, es necesario leer detenidamente todo lo que contiene el libro, y con sosiego veremos esas aristas que nos hacen enredarnos en las pasiones mundanas, como la de la vanidad. Hay que prepararse pues con una oración inicial, como esta: Recoge, Padre, y reconcentra en Tí todos mis pensamientos y afectos, purifica mi corazón y mis intenciones de todo pensamiento extraño y perverso, ilumina mi entendimiento, llena mi corazón, para que digna, atenta y devotamente pueda en esta oración, consagrar todos mis sentidos y voluntad, sin distracciones, a tu Gloria, y que merezca la atención de tu divina Majestad».
Esta capilla virtual, se correspondía con un lugar físico, que lleva año y medio cerrado, y al que de momento no podemos acudir.