Etiquetas
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna, porque ellas dan testimonio de mí, y no queréis venir a mí para tener vida… Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibísteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis. Juan 5, 39-44
Ahora ya sí podemos cerrar, la pregunta abierta hace un mes con «La noche oscura». En las Escrituras está escrito lo que está escrito, pero nada más. No sirve aprendérselas de memoria, cumplir con todos los ritos, recitarlas hasta el último verso o párrafo. Nada de eso vale, si luego los hechos no reflejan nada de lo expresado con los labios. En ese párrafo está todo expresado. Se salmodia la escritura, pero no se lleva a cabo lo que en ella se dice o manda. Se oyen las palabras, pero no se ve el ejemplo, y se sustituye al mensajero por el mensaje. Quien eso decía, daba ejemplo constante de lo que decía.
Los mandatos son también claros: Haced y cumplid lo que ellos dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen y no hacen. Mateo 23, 3-4. Sobre la cuestión de la Fe y las obras, de la que ya hemos expresado aquí algo, tampoco queda resquicio para la duda: Tú tienes fe y yo tengo obras. “Enséñame tu fe sin obras y yo, por las obras, te probaré mi fe”. Santiago 2, 14-18.
Necesitamos pruebas y señales constantes y que se nos muestren de modo continuo. No podemos caminar en la oscuridad, ni largo tiempo sin saber a donde vamos. Todo está ahí, hay que saber verlo, porque son pequeños detalles. La sintonía puede perderse en cualquier momento. Las Escrituras están ahí, sirven como guía, como orientación, pero una vez leídas y sabidas, lo importante son las obras y los hechos, y esos son los que hay que buscar y llevar a cabo. Ni siquiera nosotros mismo somos ejemplo de nada, ni debemos pretenderlo. De nada sirve lo anterior y el futuro no puede predecirse. Tampoco no es útil el ejemplo de otro, aunque nos fijemos en él y nos sirva de referencia, porque cada uno debe buscar las respuestas por sí mismo. Lo que es válido para una vida, no suele serlo para otra, porque nada se repite y cada situación es diferente.
Laura, en un comentario en El Alminar, lo expresa todo de modo magistral, inigualable. Cuando las almas se expresan sin ataduras, salen expresiones como esta: Desde muy pequeña, mi abuela me llevaba a “visitar” las ánimas, con el tiempo fui devota de ellas. Para mí es como rezar a Dios, no las considero para nada cómo “prestamistas”, les rezo mucho, como quien reza a Dios. Cuándo más hundida he estado, ellas me han levantado y como sé que seguramente me tacharán de loca, no sigo contando. Para mí, son mi pilar que me da fuerzas y seguridad en todo.
Ahora ya sí podemos cerrar el círculo abierto con «La noche oscura».