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Centro Asistencial, patio de la capilla
En aquel tiempo exclamó Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad mi yugo y aprended de mí. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». Mateo 11, 28-20.

           ¿Es soportable el yugo del mundo?. ¿Hay que dejar todo el campo libre para que ellos se adueñen de todo?. ¡Déjalo todo y sígueme!, fue la respuesta de Jesús al rico que le preguntaba qué debía hacer para salvar su alma. Hasta aquí todo es claro, no hay sombras en el mensaje de Cristo. Sin embargo, y si uno se detiene y mira, incluso detenidamente, lo que hay dentro de muchos de los que se proclaman como su Iglesia, la sensación es totalmente distinta. La perplejidad se adueña del ánimo. Se hace difícil continuar y dar un solo paso. Un día le pregunté sobre esto a mi tía Carmen, mujer de Iglesia, y me respondió: «tú haz lo que tengas que hacer y no te fijes en los demás». Esa frase me ha acompañado siempre, y siempre supe que tenía razón en lo que me decía.
         Quienes nos acusan y señalan no son mejores que nosotros, ni nosotros somos peores que ellos. Esta sí es una convicción firme, por mucho que sean ellos los que ostenten la representación de la religiosidad y de la fe. La representan, pero no son los propietarios del mensaje.