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Se denomina así al «sermón de las siete palabras», o lo que es lo mismo, a la última frase pronunciada por Jesucristo en su vida terrenal: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!.
Las palabras tienen valor, pero cuando son dichas en el momento adecuado y cuando se dicen las palabras apropiadas. Es también estar dispuesto a dar cumplimiento a aquello que se dice o promete. Esta es la diferencia entre una palabra con valor y una expresión hueca.
Jesucristo pronunció esas palabras, de total aceptación con su destino, después de un duro calvario y una angustiosa hora de dudas, en las que llegó a pedir a su Padre, que apartara semejante tormento de Él.
El pasado 26 de agosto, en la capilla de Monseñor Buxarrais, se daba lectura al siguiente texto del evangelista Mateo: ¡Necios y Ciegos!. ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro?. ¡Ciegos!. ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda?. Quien jura por el altar jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el templo jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo jura también por el trono de Dios, y también por el que está sentado en él. Mateo 23, 13-22
Ya no queda más tiempo: -Padre, si quieres aparta de mí este trago, sin embargo, que no se realice mi designio, sino el tuyo..