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       Buscar un tiempo en el que reflexionar, parar y detenerse ante todo. Hacer meditación y renovación interior, pero sin que nadie la vea. Todo lo contrario de su origen y significado, porque en épocas pasadas La Iglesia obligaba a la penitencia pública. El terrible y formidable poder temporal de La Iglesia nació así. La amenaza de las llamas del fuego eterno, ese mismo que lo convierte todo en ceniza, acechaba tanto en esta vida, como en la otra. Porque sí hay un fuego que no se extingue, un fuego que devora pero no quema, un fuego que envuelve y arde de modo constante, sin consumir aquello que le sirve de alimento.

    La duda, la falta de respuestas, la ausencia de señales, el dolor  por el daño causado, crean la noche oscura, de la que se adueña la angustia de la incertidumbre. Todo ese material conforma el combustible de un fuego, que al igual que el legendario «fuego griego», no se apaga ni siquiera con el agua. Hay mucho mal y convivimos con él a diário y no hay respuestas frente a nada y la angustia crece y se multiplica. Hay nuevos problemas y nuevas situaciones, pero no existen nuevas respuestas y las viejas máximas no sirven. Estamos en medio de un mundo que cambia, en donde el mal no da la cara, pero donde tampoco se le reconoce y es difícil protegerse y proteger a quienes nos rodean.

     Hay entradas sobre las que luego resulta difícil escribir después, esto es, sobrepasarlas. Ha pasado un mes desde el hallazgo o reencuentro con el milagroso Cristo de La Caña, y han sucedido tantas cosas, que está resultando un esfuerzo superior a lo esperado el continuar con estos espacios abiertos. El peso de la cruz nos hace caer y luego resulta muy difícil volver a levantarse. Hay quien opta por la rendición y así queda en calma frente a la angustia. Lo milagroso es vivir frente a ella dándole cara día a día, sin saber que es lo que puede esperar al día siguiente, o qué puede deparar el futuro.

      Toda nuestra estabilidad depende de un hilo o cuelga de un alambre. Un pequeño cambio en la salud, un acontecimiento familiar que trastoca nuestros planes, o un cambio laboral, en medio de un país arruinado y en crísis, puede convertir la necesidad de conseguir el dinero para el sustento familiar en una agonía insoportable.

         En medio de todo eso, hay que buscar un rincón escondido y reencontrarse con la luz, en medio de un mundo que se hunde. Nos ofrecen una imagen falsa de todo.