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             Hoy es el día dedicado a las advocaciones de las llamadas vírgenes dolorosas (Dolores, Angustias, Soledad). Son muchos los nombres que resuenan en este 15 de septiembre, pero hay uno que destaca por su brevedad, por su intensidad, por su sencillez, y es el de Dolores. Nombre corto, siete letras, número mágico, pero potente y sonoro.

            Hace ya unos años, una persona de reconocida fe católica me pidió un pronunciamiento sobre cuál de las imágenes melillenses debía ser reconocida como «la señora de Melilla», o la más emblemática de sus advocaciones marianas. Reconozco que redacté un artículo que no resolvía la cuestión, y en el que ni siquiera quedaba clara mi postura. Mencionaba las tres posibles ( Soledad, Victoria y Dolores), pero no llegaba a decidirme por ninguna.

             Pasados los años (2008), y vistas muchas soledades, amarguras, dolores, victorias, rosarios, inmaculadas; ya sí puedo pronunciarme claramente por un nombre, y es el de Dolores. Creo que en esas siete letras está concentrado todo, desde la felicidad hasta la amargura, desde la soledad hasta la compañía, desde el amor hasta el olvido. En el dolor cabe todo, porque el dolor es también la vida.

               De todas las vírgenes vistas, destaco dos, la Virgen de Los Dolores de la iglesia de Melilla La Vieja, y la de Los Dolores de San Pedro, en Almería. Son dos lugares que conozco y que frecuento con cierta asiduidad. En ellos busco y a veces encuentro la calma y algo de equilibrio.