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- El último instante
- Mantener las luces
Los escribas del partido de los fariseos, al verle comiendo con los pecadores y los publicanos, decían a sus discípulos: ¿Por qué como y bebe con los pecadores y publicanos?. Como lo oyera Jesús, les dijo: No tienen necesidad de médico los sanos; no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores. Marcos 2, 16-17
Si hay algún lugar en donde se percibe con mayor crudeza el paso del tiempo es en esta capilla, porque esa irregularidad en las publicaciones muestra claramente el inexorable paso de los días. Entre una entrada y la siguiente pueden haber pasado dos meses o casi dos semanas, sin embargo, ese lapso de tiempo solo es percibido desde fuera y no desde dentro. Esta es la esencia de la relatividad. La medida del tiempo no es la misma desde dentro que desde fuera o la misma velocidad, que se percibe como más lenta, cuando más lejos se esté del objeto en movimiento. En la vela apenas ya hay nada que la mantenga encendida, pero ahí sigue.
¿Hasta cuando arde la llama?. Hasta el mismo final, hasta el último instante. Observar ese momento es algo hechizante, porque en ese estado final nada puede predecirse sobre su posible duración. Ya no hay casi aceite, cera o parafina, sin embargo la llama arde, ilumina y sigue dando calor. Eso sí, basta un leve movimiento para que se apague en ese mismo instante. Lo que se ve, puede ser descrito pero no debe alterarse. Estaremos aquí hasta el instante final, sea cuando sea.
Son bastantes los que nos preguntas por qué hacemos esto, o hasta cuando estaremos aquí y son preguntas que en algún momento también nos hacemos. Lo preguntan tanto aquellos que nos apoyan, aunque sea en el silencio, como quienes quieren nuestro final. Ni un grupo, ni otro, ni nosotros mismos, esparábamos estar aquí a estas alturas, a una fecha tan lejana desde el inicio. No tenemos una respuesta. Lo más cercano se sintetiza en la cita que precede a esta explicación. Habrá otras, pero no la hemos encontrado.
La llama debe permanecer encendida y servir de guía y de apoyo. Habrá que alimentarla o reemplazarla, pero su luz debe seguir iluminando.
Encontrar ese lugar al que asirnos, encender y mantener las luces. La mayor parte de las ocasiones no habrá respuestas, no es posible, porque el trabajo solo es vigilar las luces para que no se apaguen o reemplazarlas, simplemente para que otros, entren y vean. Es simple pero también muy duro. Hasta esto cansa.
Y cuál es la opción?, tirar la toalla?, abandonar?, dejar que la oscuridad se apodere de cualquier atisbo de luz?.
Yo estoy solo, no hay posibilidad de que otros/as colaboradores/as compartan la redacción conmigo. La única opción ahora mismo es perseverar y permanecer. Vendrá más frío, el viento nos azotará con más fuerza y la tentación de abandonar será cada vez más fuerte.
Ocurre que el lazo que se ha creado, aunque sea el de un pequeño hilo, nos amarra a este lugar con más fuerza que una maroma. El vendaval más potente, no suele acabar con una minúscula tela de araña.
Hay que resistir porque no hay otra opción.
Igual que el Sol debe salir todos los días, de igual modo necesitamos a diario la luz que nos oriente, Si alguien mantiene una luz encendida, puede servirnos de ayuda, pero las respuestas y las decisiones corresponden a cada uno. Sí hay gente que se considera superior a nosotros.
Mientras este lugar exista y nos de acogida, bendito sea. Entiendo las dificultades a las que aludes o que dejas traslucir, Hospitalario. La luz debe vigilarse y reponerse de modo constante. La oscuridad acecha cada vez más.
¿Quién puede saber lo que nos espera, Juan?, pero gracias por tu presencia.