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Sobre la soberbia
No te dejes engañar por la soberbia, al ver que es abundante en obras: Ten presente que hace algunas muy semejantes o casi iguales a la caridad. Toda obra buena, que la caridad quiere hacer y hace, pone en movimiento a la soberbia, y como que guía sus caballos. ¡Ay de ti, si tu cochero es la soberbia!. El precipicio es inevitable.
Que no sea la soberbia la que mueve a obrar el bien, ¿quién lo sabe? ¿quién lo ve? ¿cómo se puede discernir?. Observando sus actos. La misericordia y la soberbia dan de comer al hambriento, hospedan al peregrino e interceden en favor del pobre. La caridad, es decir, la persona movida por la caridad, confiesa el nombre de Cristo y sufre por ello el martirio; también el soberbio da la vida confesando a Cristo; pero el uno tiene la caridad y el otro no. El que no lo hace guiado por la caridad, que escuche lo que dice el Apóstol: «Aunque distribuyese todos mis bienes entre los pobre, y entregase mi cuerpo a las llamas, nada me aprovecharían estas obras».
La divina Escritura te invita a prescindir de hacer ostentación, a dejar a un lado esas exterioridades aparatosas y a entrar dentro de ti mismo Recógete pues. No atiendas a la pomposidad del ramaje, sino a la raíz que está dentro de la tierra. ¿Es la soberbia la raíz?: pues aunque la apariencia sea la del bien obrar, de hecho no producirá obras buenas. ¿Es la caridad la raíz?: descansa tranquilo, nada malo sucederá.
El soberbio es adulador, como el caritativo severo. Por tanto, cuando obras rectamente, no debes recelar de ser visto, sino el hacerlo por ser visto y alabado.
No temas: si los soberbios tienen sus festines, también los tienen los humildes. manjar del humilde es la justicia, como la soberbia es del impío, no es maravilla pues, que el corazón del soberbio sea insaciable.
Quedo edificado leyendo estos escritos de San Agustín.
Hay cierta clase de mal, para la que no estamos preparados.
No pide poco San Agustín, ¡obra por amor! Actuar por puro altruismo es imposible de conseguir pero al menos podemos intentar acercarnos. Para eso lo primero que necesitamos es conocer por qué actuamos, qué es lo que de verdad nos mueve por debajo del pensamiento consciente. El psicoanálisis bien entendido es lo que pretende, que hagamos un verdadero examen de conciencia, se podría decir; que tomemos conciencia de cómo somos en realidad, sin autoengañarnos. Muchas veces detrás de las buenas obras lo que hay es afán de reconocimiento y admiración; la humildad puede tan solo ser una de las caras del narcisismo.
Adentrarnos en lo que somos sin engaños es un proceso difícil y doloroso, necesario para no vivir en la contradicción de pretender que hacemos el bien cuando es lo contrario. Así no se va a ninguna parte, es imposible conseguir la liberación, el bienestar común, (el Paraíso).
«La apariencia del buen obrar, de hecho, no producirá obras buenas».
Tengo la necesidad imperiosa de adentrarme en este lugar de oración. De poder compartir estos hermosos escritos y de meditar sobre ello. Cosas sublimes escritas por Agustín de Tagaste.
Este lugar es de oración. Parece que Hospitalario vuelve a ser empujado de nuevo por el Espíritu, que parecía haberle abandonado.