El temor de Dios
Hay dos clases de temor, uno casto y otro servil; el primero, es el temor de perder la amistad de Dios; el segundo, es el temor de la venganza divina. Y así es servil el temor de ser castigado a arder con los demonios en el infierno, y casto es el de ofender al Señor.
El ladrón teme al mal, y donde no puede hacerlo impunemente no lo hace; y sin embargo, no porque no robe ahora, deja de ser ladrón. Hay que tener presente que dios mira a los deseos del corazón más que a los movimientos de la mano.
Si solo temes a Dios por los castigos, evidentemente no amas aún al que así temes. Vanamente te figuras vencedor del pecado, si no lo cometes por temor al castigo.
No ofender a Dios por temor al infierno, no se llama temer al pecado, sino al fuego; el verdadero temor tema más al pecado que al infierno.
Te haré una pregunta para descubrir lo que eres; pero atiende bien a la pregunta mía, que suena en tus oídos, y pregúntate después a tí mismo en silencio. Si Dios no te viera cuando haces el mal, y nadie hubiera de convencerte de pecado en su juicio: ¿Lo harías?.
Obra pues, movido, no del temor, sino del amor, para que seas hijo y no siervo. Porque si por solo por temor al castigo obras el bien, no puedes considerarte un verdadero hijo de Dios*.
Nota: *Máximas de San Agustín. P. Antonino Tonna-Barthet, Barcelona (1935)
Impresionantes máximas de San Agustín. A menudo suelo leer sus Confesiones.