El pastor, las ovejas y los lobos
La Iglesia
No es posible despreciar a una parte y congraciarse con otra; y así nadie puede decir con verdad: es cierto que cometo pecados, pero no me separo de la Iglesia. ¿Es posible que juzgues que estás en amistad con la madre si ofendes al Padre. Tampoco se puede discurrir: soy justo pero no pertenezco a la Iglesia. ¿De qué te aprovecha no enemistarte con el Padre, si es él quien ha de vengar las ofensas hechas a la madre?. ¿Qué vas a conseguir con confesar al Señor, honrar a Dios, alabarle, reconocer a Cristo Jesús como Hijo d eDios, y proclamarte sentado a la derecha del Padre, si al mismo tiempo blasfemas de la Iglesia?. ¿No echas de ver la inconsecuencia?.
Las ovejas y los lobos
Cuando un lobo se acerca al rebaño, ansioso de entrar en el aprisco y de devorar las ovejas que encuentra al paso, si por estar en vela los pastores y ladrar los perros, no puede realizar sus intentos y se marcha sin matar oveja alguna, no por eso cambia su feroz condición; es lobo cuando viene y lobo cuando se va. ¿Acaso porque no hizo presa alguna, vino lobo y vuelve cordero?. Vino lobo furioso, y vuele lobo medroso; tan lobo es cuando vino, como cuando huyó; no destruyó nada, pero no por eso perdió su ferocidad.
Nota: Los textos pertenecen al Kempis Agustiniano, edición de 1935.
«Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos: Sed pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis conducidos ante gobernadores y reyes, para dar testimonio ante ellos y los gentiles». Mateo 10, 16-18