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                    Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 7 Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. 8 Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáisMateo 6, 6-8

                                          ∂ y ω en san Nicolás

                  Ahora ya no hay aquí nadie, pero las luces siguen encendidas. Todo está cerrado, hace ya dos semanas que no se abren las puertas de la capilla para los lunes de San Nicolás. Varias décadas de culto han quedado interrumpidas en la mitad del mes de enero de 2018. En nuestro caso son 10 años de vivencias y de acontecimientos. La omega de este lugar se inició el 13 de septiembre de 2017, cuando monseñor Buxarrais, que ejercía de capellán de modo ininterrumpido desde 1991, sufrió un infarto y puso fin a su larga estancia en Melilla. La falta de esperanza sobre su retorno, que desde un primer momento intuimos  como imposible, ha cortado  la vida religiosa de los lunes de san Nicolás, presente en esta capilla desde hace más tiempo del que nadie puede recordar.

                   Hemos dado cuenta de muchas cosas, de muchos instantes, pero hasta ahora no habíamos previsto mostrar el instante final, el día después del fin, ese que no se espera pero que tarde o temprano debe llegar. Toda historia tiene un principio, pero también un final, y eso hace todo diferente. El final testimonial está aquí, en este 15 de enero.

                    Hemos transitado por los pasillos vacíos, sin encender las luces, sintiendo el profundo silencio, la oscuridad, y sin embargo no se percibía el vacío. Algo llenaba todo ese espacio. Ahora ya nadie mira, ya nadie ve ni escucha, o eso nos parece. Ahora no hay forma de hacerse más que otro. Aquí está solo uno frente a sí mismo, frente al Padre, frente a la verdad absoluta.

                 Ya está todo vacío, en silencio y oscuro, pero todavía no se ha roto el vínculo. Quizá no desaparezca nunca. Ahora cuando la luz solar empieza a remontar, la capilla del Centro Asistencial se sumerge en el silencio. Y ahora en el silencio es cuando se escucha, y en la oscuridad también puede verse claro. porque hasta la luz más tenue puede servir de guía.