Deán de Almeria, Juan José Martín CamposSantiago Juan evangelista El oficio de la Fe
Catedral de la Encarnación de Almeria
«Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida; pues la Vida se hizo visible, y nosotros hemos visto, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros y nuestra comunión es con el Padre y con el Hijo». Evangelio de Juan
Cada 27 de diciembre se celebra la festividad de Juan el evangelista. Es el apostó «amado», el más joven, el único que no murió martirizado, sino de vejez. El protector en Efeso de la madre de Cristo. El autor de un evangelio distinto, entre medias de lo místico y de lo teológico.
En esta ocasión despedimos el decimosegundo año de la Capilla de Juan el Bautista, en la catedral de la Encarnación de Almeria, con el Deán Juan José Martín Campos. Ha sido el mejor año de visitas, hasta el momento, de toda su historia.
La Diócesis de Almería atraviesa duros momentos, prácticamente al borde de la quiebra, debido a una pésima gestión del anterior obispo, o de su equipo económico. La deuda total sobrepasa los 20 millones de euros.
Aún así, y en tiempos duros y de tribulaciones, lo mejor es fijar el rumbo y no caer en distracciones mundanas. Hay que amarrarse al oficio de la Fe, como Ulises al mástil, para no escuchar los cantos de sirena, que desvían hacia los siempre peligrosos arrecifes.
Eso hemos en la Capilla del Bautista. Escuchar la Palabra, en cualquier tiempo, en un resquicio de la vida cotidiana. Dedicar unas pocas decenas de minutos a oír la Escritura original, sin interpretaciones. Solo el mensaje, porque en esa desconexión que supone el templo frente al mundo, siempre hay algo que induce a detenerse y pensar. El año está acabando, ya se ha hecho todo.
¿Se puede escribir sobre los ángeles? ¿Es nuestra imaginación superior a la realidad, o por el contrario la razón no nos permite acercarnos a ella? Han sido representados en todas las formas posibles, e incluso categorizados. Son mencionados en todas las religiones e incluso utilizados por los santeros. Los artistas los representaban con los rostros de mujeres u hombres de sus épocas, pero los desposeían de cualquier característica sexual. Algunos incluso los representaban como niños. Algunos son portadores del bien y otros del mal, pero en sí, constituyen la categoría suprema espiritual, tanto de la bondad. como de la maldad.
Si alguno/a hemos sentido ángeles, siempre los hemos asociado a personas. Tanto en el sentido del bien como en el del mal. Si todo es espíritu, entonces es eso lo que determina el entrar en una categoría en otra. Sin embargo, las personas son volubles, cambiantes y en ocasiones pasan de una actitud a otra.
Lo que sí es casi seguro, es que el mal no tiene retorno. Quien pasa la línea y entra en la zona de las sombras del espíritu, ya no puede volver hacia atrás. Lo que allí se ve y siente, no permite la vuelta.
¿Quiénes o qué son pues los ángeles? Toda esta reflexión surge por la presencia de dos figuras pétreas, en la puerta principal de la catedral de Almería. Son dos ángeles de piedra muy alterados por el paso del tiempo y la erosión. Uno sí parece ser el arcángel san Miguel, al que no se le puede mirar a los ojos. La inscripción que parece aludir a la Justicia de Dios, y el perro como compañía, parecen indicar esa atribución. El otro que flanquea la puerta principal de la catedral, tiene formas más sinuosas, casi femeninas. Poco hay escrito sobre ellos en la Biblia hebrea, o lo que conocemos como Pentateuco. En los evangelios aparecen, pero como mensajeros o portadores de noticias. Sería santo Tomás el que se inventara una jerarquía ampliamente desarrollada. Conforme avanzó la teología; profetas y visionarios hicieron todo tipo de distinciones, funciones e incluso nombres.
La actualidad está dominada por la alteración del concepto y de la representación. Es algo que suelo ocurrir con casi todo, puesto que los significados se universalizan y degradan. No hay una representación que satisfaga de modo completo, salvo un mosaico bizantino que representa a san Miguel, como la tremenda figura que parece ser, en la iglesia ortodoxa serbia de Trieste. Todo esto explica pero no resuelve ninguno de nuestros problemas. Podríamos afirmar que existe un mercado de ángeles, pero lo más alejado posible de la realidad.
Los artistas antiguos, aunque geniales, por lo general eran personas de reputaciones poco recomendables, por lo que sus bellas modelos eran amigas, amantes, conocidas, y toda clase de personas que poblaban las ciudades, y que escogían para sus cuadros. Aquí ya tenemos una clave: podemos representar lo que conocemos y a quienes conocemos. Si imaginamos algo, nos viene a la memoria la imagen de una persona de nuestro entorno, en la que vemos cualidades que atraen nuestra atención. En ellas se encuentran las virtudes o pecados a las que queremos poner rostro.
La atracción del espíritu es algo que existe más allá de lo físico, porque la apariencia también puede inducir a la equivocación. El conocimiento, en cualquier sentido, consolida la percepción. Junto a nosotros pasan todo tipo de personas, y en ellas reconocemos la bondad o su ausencia, incluso la maldad o todo tipo de envidias. Necesitamos de esas compañías.
A lo largo de una vida pasan junto a nosotros decenas de personas, algunas nos protegen y acompañan durante un tiempo. Suelen aportarnos bien y calma. Son aquellos/as, que ayudan a otros, durante un tiempo corto o largo. Incluso nosotros mismo podemos ejercer esa función en otros. Solo necesitamos no apagar la llama del espíritu.
A veces tampoco hace falta eso. Solo una sensación de que algo te acompaña en las noches oscuras, y te protege de una forma imperceptible, pero que está ahí. En situaciones complicadas hemos salido indemnes, si una explicación aparente. También a veces parece no haber nada, y ocurre justo lo contrario. A veces llegan y se van, casi sin que se note.
El Rosario o la corona de rosas
A finales del siglo XII los ejércitos Papales se disponían a acabar con la herejía de los albigenses, una más de las muchas con la que ha acabado La Iglesia. Horrorizado ante la inminencia de una nueva carnicería, Santo Domingo de Guzmán se retiró a un bosque cercano a Toulouse y comenzó a rezar de modo constante. Así estuvo durante tres días, durante los cuales, sin querer, había “inventado el rezo del Rosario”.
Las directrices ante la duda de cómo distinguir a los herejes de los que no lo eran, según una pregunta del oficial al mando del Ejército del Papa, eran claras: «matadlos a todos, y que Dios escoja a los suyos». Así pues, entre el hierro de la espada y la alternativa de la conversión, no cabía ninguna opción más. Santo Domingo de Guzmán, predicó en la Catedral de Toulouse, según las directrices que le habría indicado la Virgen María, y obtuvo “la conversión” de 100.000 herejes. Quizá fuesen algunas menos, unos 5000, pero en definitiva, se trataba de vidas humanas que no se perdieron.
El Rosario pasó por altibajos, pues apenas 100 años después de la muerte de Santo Domingo, ya estaba bastante olvidado. Tuvo un resurgimiento con las epidemias de “La peste negra” que asolaron Europa en la mitad del siglo XIV (1349), para volver a caer nuevamente. Sin embargo, sería en La Batalla naval de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, cuando La Santa Madre Iglesia lo adoptó de modo oficial, le otorgó rango Institucional e instituyó el nombre y la advocación de María del Rosario. Este es el origen del nombre de Rosario o María del Rosario.
Antes que eso, era una palabra romana, rosarius-a-um, que significaba: de rosas, que eran en realidad las coronas con las que se adornaban las estatuas de los dioses del Panteón romano, y que luego adoptarían los mártires cristianos en el momento de ser arrojados a las fieras del Circo. Esas coronas de rosas, acabarían dando forma al rosario. Todo viene siempre de algún lugar. El rezo del rosario en La Catedral de Almería
Una tarde de julio, en Almería, en la Capilla del Rosario, todas las tardes del año, un grupo escaso de mujeres, reza el rosario y “el misterio” correspondiente a cada día, ante la presencia de una docena de fieles. Si se cierran los ojos, o aunque queden abiertos pero sin mirar, aunque no se sea creyente, si se concentra la mente en la recitación, llega un momento en que se pierde la noción del tiempo, y desaparece cualquier inquietud interior. Como en todo, no vale cualquiera para dirigir el rezo del Rosario. La voz debe tener una cadencia monocorde. Debe tener aplomo y llenar toda la sala, que tampoco debe ser muy grande. No debe haber ruidos exteriores ni interiores. Todos los sentidos deben estar concentrados en la recitación. Hay muchas páginas web que ofrecen este tipo de rezo. La recitación salmodiada suele durar una media hora. Si la cadencia es buena, como es el caso, durante 20 o 30 minutos no parece existir el mundo.