¿Se puede escribir sobre los ángeles? ¿Es nuestra imaginación superior a la realidad, o por el contrario la razón no nos permite acercarnos a ella? Han sido representados en todas las formas posibles, e incluso categorizados. Son mencionados en todas las religiones e incluso utilizados por los santeros. Los artistas los representaban con los rostros de mujeres u hombres de sus épocas, pero los desposeían de cualquier característica sexual. Algunos incluso los representaban como niños. Algunos son portadores del bien y otros del mal, pero en sí, constituyen la categoría suprema espiritual, tanto de la bondad. como de la maldad.
Si alguno/a hemos sentido ángeles, siempre los hemos asociado a personas. Tanto en el sentido del bien como en el del mal. Si todo es espíritu, entonces es eso lo que determina el entrar en una categoría en otra. Sin embargo, las personas son volubles, cambiantes y en ocasiones pasan de una actitud a otra.
Lo que sí es casi seguro, es que el mal no tiene retorno. Quien pasa la línea y entra en la zona de las sombras del espíritu, ya no puede volver hacia atrás. Lo que allí se ve y siente, no permite la vuelta.
¿Quiénes o qué son pues los ángeles? Toda esta reflexión surge por la presencia de dos figuras pétreas, en la puerta principal de la catedral de Almería. Son dos ángeles de piedra muy alterados por el paso del tiempo y la erosión. Uno sí parece ser el arcángel san Miguel, al que no se le puede mirar a los ojos. La inscripción que parece aludir a la Justicia de Dios, y el perro como compañía, parecen indicar esa atribución. El otro que flanquea la puerta principal de la catedral, tiene formas más sinuosas, casi femeninas. Poco hay escrito sobre ellos en la Biblia hebrea, o lo que conocemos como Pentateuco. En los evangelios aparecen, pero como mensajeros o portadores de noticias. Sería santo Tomás el que se inventara una jerarquía ampliamente desarrollada. Conforme avanzó la teología; profetas y visionarios hicieron todo tipo de distinciones, funciones e incluso nombres.
La actualidad está dominada por la alteración del concepto y de la representación. Es algo que suelo ocurrir con casi todo, puesto que los significados se universalizan y degradan. No hay una representación que satisfaga de modo completo, salvo un mosaico bizantino que representa a san Miguel, como la tremenda figura que parece ser, en la iglesia ortodoxa serbia de Trieste. Todo esto explica pero no resuelve ninguno de nuestros problemas. Podríamos afirmar que existe un mercado de ángeles, pero lo más alejado posible de la realidad.
Los artistas antiguos, aunque geniales, por lo general eran personas de reputaciones poco recomendables, por lo que sus bellas modelos eran amigas, amantes, conocidas, y toda clase de personas que poblaban las ciudades, y que escogían para sus cuadros. Aquí ya tenemos una clave: podemos representar lo que conocemos y a quienes conocemos. Si imaginamos algo, nos viene a la memoria la imagen de una persona de nuestro entorno, en la que vemos cualidades que atraen nuestra atención. En ellas se encuentran las virtudes o pecados a las que queremos poner rostro.
La atracción del espíritu es algo que existe más allá de lo físico, porque la apariencia también puede inducir a la equivocación. El conocimiento, en cualquier sentido, consolida la percepción. Junto a nosotros pasan todo tipo de personas, y en ellas reconocemos la bondad o su ausencia, incluso la maldad o todo tipo de envidias. Necesitamos de esas compañías.
A lo largo de una vida pasan junto a nosotros decenas de personas, algunas nos protegen y acompañan durante un tiempo. Suelen aportarnos bien y calma. Son aquellos/as, que ayudan a otros, durante un tiempo corto o largo. Incluso nosotros mismo podemos ejercer esa función en otros. Solo necesitamos no apagar la llama del espíritu.
A veces tampoco hace falta eso. Solo una sensación de que algo te acompaña en las noches oscuras, y te protege de una forma imperceptible, pero que está ahí. En situaciones complicadas hemos salido indemnes, si una explicación aparente. También a veces parece no haber nada, y ocurre justo lo contrario. A veces llegan y se van, casi sin que se note.