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Clemente VII, ducado de Sessa, granada, Horace Sebastiani, indulgencias, indulgencias del Gran Capitán, María Manrique, Real Monasterio de San Jerónimo




Enrique Delgado
Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado el Gran Capitán, es conocido por sus hazañas en el campo de batallas, en las que venció a franceses y turcos, lema que figura en su escudo de armas. También adquirió legendaria fama por el modo ligero con el que justificaba sus gruesas cuentas en el Virreinato de Nápoles, de ahí lo de presentar las cuentas del «gran capitán». Pero lo menos conocido, por no decir casi totalmente desconocido, es que proporciona indulgencias, a todo aquel que rece junto al lugar que un día albergaron sus restos.
El Real Monasterio de San Jerónimo en Granada muestra evidentes señas del saqueo, destrucción, y abandono al que estuvo sometido durante un siglo y medio. El que se inicia en 1810 con la ocupación del monumento por las tropas napoleónicas, a cuyo frente se encontraba el mariscal Horace Sebastiani, gobernador de Granada durante dos años. Antes de abandonar la ciudad, arrasó el monumento y sometió a expolio y profanación la tumba del Gran Capitán. Las crónicas dicen que se llevó consigo su calavera a Francia. Se trata de una familia de la nobleza francesa (Condes de La Porta y no sería difícil averiguar si todavía conservan entre sus pertenencias familiares, la calavera del más conocido y legendario de los militares españoles.
La Reina Juana y su hijo Carlos V, concedieron a María Manrique, duquesa de Sessa y Terranova, los derechos de titularidad de la capilla mayor, casi gemela a la de la Catedral granadina, para enterrar allí al que fuera su marido (el Gran Capitán) y convertirla en panteón familiar. Todo discurrió con normalidad durante casi 300 años, hasta la llegada de las tropas napoleónicas, momento en el que se inicia del deterioro irreversible del monumento, hasta su reconstrucción en 1970, por iniciativa de sor Cristina de la Cruz y Arteaga.
Las indulgencias de Clemente VII al Gran Capitan
Giulio de Medici, sobrino de Lorenzo el Magnífico, entró en la historia pontificia como Clemente VII en 1523. Así pues, en el 2º año de su pontificado (1524), concede a la familia del Gran Capitán unas indulgencias para todo el que rece junto a sus restos mortales, tres Padres nuestros y sus correspondientes Avemarías, por las almas de él y de sus familiares. Clemente VII es el Papa que encarga los frescos de la Capilla Sixtina a Miguel Angel. Era un hábil diplomático y estuvo al frente de la Iglesia entre 1523 y 1534, cuando una seta venenosa acabó con su vida, a la edad de 56 años. Entre los historiadores que han trabajado su biografía, hay consenso en afirmar que no mereció morir así.
Gonzalo Fernández de Córdoba falleció el 2 de diciembre de 1515 en Loja. Había sido Virrey de Nápoles y había creado grandes contactos en la Iglesia. Como persona era muy apreciado y respetado, por lo que no puede extrañar esta distinción Papal, transcurridos apenas 10 años desde su muerte.
Nota: En la lápida que notifica las indulgencias, parece apreciarse una errata, o un mal repintado del 5, y parece que escribe 1924, en vez de 1524, que sería la datación correcta.




