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La cruz es el destino, aquello que está señalado para cada uno. Si se ven las cosas con perspectiva, y para eso son necesarios los años, se observa de qué manera se van tejiendo sus finos hilos, y cuan delicada es su traza, sin embargo, el tejido que componen es fuerte, no se quiebra con facilidad. Los sarracenos dicen lo hemos comentado en otras ocasiones, que: «todo está determinado por Al-lah».
Es verdad que en la mayor parte de las veces, nosotros hemos tenido capacidad de decisión, pero con todo eso, ni el mismo Jesús el Cristo, puedo evitar aquello que estaba señalado y escrito para él. ¿Pudo Judas no ir al sanedrín y haber evitado su entrega?, posiblemente, pero una fuerza interior le condujo hasta dar cumplimiento a lo que estaba escrito. Pedro podría no haber negado, y tanto y tantos otros podrían no haber hecho lo que hicieron. Sin embargo, una vez hecho ya no cabe la marcha atrás. Una vez que las fuerzas del destino se han puesto en acción, ya nada puede detenerlas.
En el Gólgota o Monte de la Calavera, había otras dos personas junto al más conocido de todos los crucificados de la historia, Dimas y Gestas. El primero a la derecha y el segundo a su izquierda. Dimas se dirige a Cristo y le dice: ¡Señor, acuérdate de mí, cuando estés en el Paraíso!, a lo que éste le responde: «en verdad te digo, que esta noche estarás junto a mí en el Paraíso»; sea éste lugar lo que sea. El mismo Jesucristo, llega a desesperarse, pero al final exclama: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Es una paz instantánea, pero suficiente, porque colma, llena. No hay más opción.
La cruz es un tormento, de los peores. sin embargo, el otro crucificado no acepta su destino, su disposición de ánimo es diferente, y su tono de voz opuesto, interpelando a su afamado compañero de crucifixión de otra manera: si tú eres el Mesías, bájanos de aquí a todos. No recibió respuesta, porque no la hay. No hay manera posible de bajarse de aquello que nos está asignado. En la cruz se puede estar acompañado, pero la cruz no se comparte. Siempre estarán La Verónica o el Cirineo, pero el camino del Gólgota es individual. No hay renuncia posible, no hay modo de detener lo que acontece, solo hay modos distintos de sobrellevarlo.
Sobre cualquier cosa que veamos o que no ocurra, encontraremos cientos de situaciones peores, no es que eso consuele, no es que vaya a evitarnos el dolor o el sufrimiento, pero es así. También, junto a los personajes auxiliadores que hemos mencionado, se suele hallar también al sayón, a aquel que aumenta el padecimiento. ¿Qué más podemos decir?, nada.
Nota: Acompaño esta reflexión con las tres imágenes de crucificados que más sentido tiene en mi vida, el de Mena, el de Limpias y el del Centro Asistencial.