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        La liturgia es la repetición de un rito, el que sea, de modo constante a lo largo de los siglos, pero el rito es solo una parte que sirve de recordatorio de algo. Es un nexo de unión entre un pasado de hace dos mil años y el presente. Se puede ver, incluso sentir,  como un vínculo o como algo más. Para algunos, yo diría que muchos, el rito es el fin y no el medio. Se sienten conformados con la repetición constante del mismo. Una imagen religiosa, sea cual sea, es solo un medio, no debe ser nunca el objeto final, aunque muchos estén dispuestos a matar, si es necesario, por la imagen a la que veneran.

          El verdadero oficio divino, debe ser llenado de contenido, pero no mediante la repetición incansable de palabras, sino con hechos tangibles. Da igual que la misa, o la liturgia se lleve a cabo ante una sola persona que ante un centenar. Esto es lo que hace el sacerdote y obispo emérito de Málaga Monseñor Buxarrais. A lo mejor casi. nadie entiende el alcance de lo que pretendo decir, o yo no logro expresarlo. Siempre hay dos lecturas de un mismo hecho, una de perfil bajo que nos ratifica en lo que pensamos y otra más elevada que pone en cuestión aquello que creemos y que produce inquietud. Todo esto de lo que hablo desaparecerá con Buxarrais, porque es él quien ha llenado, con sus hechos, aquello que puede hacer cualquier otro sacerdote.

        El texto evangélico está ahí para cualquiera que lo quiera leer, repetir o salmodiar. Las palabras, sin hechos, no son nada. Los hechos necesitan también ser reflejados y también contados, por alguien que de testimonio de ellos, para que parte de eso no se pierda.

            Dice el texto de Juan el evangelista, en 5, 39-41: Vosotros estudiáis las Escrituras buscando encontrar en ellas vida definitiva; son ellas las que dan testimonio en mi favor, y sin embargo no queréis acercaros a mí para tener vida.

             Esta es una gran clave. Es verdad que lo que está escrito es lo que es, pero también no es más que eso. De nada sirve leer una vez tras otra lo escrito, si luego todo eso no se acompaña de hechos o de ejemplos. Oímos decir muchas cosas a muchos, pero solo vemos hacer cosas a muy pocos. Por esto es tan importante el ejemplo del que escribo.

            La llama, aunque sea débil y tenue, tiene que ser renovada y mantenida de modo constante. «Y la palabra se hizo carne», o sea, se hizo hecho.