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           Hay extraños libros ya olvidados, como uno que tengo del Padre Claret, editado en 1882, que relata o aconseja los diversos modos y caminos para evitar el desasosiego que produce el mundo y el contacto cotidiano con la realidad. Entre sus ya desfasadas máximas y consejos, pues pertenecen a un tipo sociedad muy lejana y diferente, siempre se pueden encontrar algunas frases o párrafos, que sí puede servirnos, por ser intemporales o que puede ser descontextualizadas.

            Por ningún caso debes emplear todo el tiempo  en discursos del entendimiento, lo principal debe ser ejercitar fervorosos actos de la voluntad, ya de propósitos firmísimos de mudar de vida, y emprender una contraria a las engañosas máximas del mundo. El firme propósito para practicarse cada día, es siempre diferente….. pero si experimentares algún modo que te sirviera más que otro, debes hacerlo no solo al día siguiente, sino todo el mes, si así lo juzgares conveniente. Si algún día no tuvieses tiempo para la meditación, por lo menos lee dos o tres veces los puntos de aquel día.

                   Ese capítulo del libro agrupa un total de 31 reflexiones, una para cada día del mes, impracticables ya en su mayoría, porque aquel mundo no existe ya, igual que el nuestro no existirá pasado el mismo periodo de tiempo. Así pues, se trataría de detener el tiempo o obligarnos a detener todo y comtemplar, no pensar nada. Se trata de buscar el lugar, que puede ser un templo o cualquier otro sitio, ya sea uno recóndito o un lugar espacioso en la naturaleza, aunque esto último no siempre es posible. Huir del ruido, detener el ritmo acelerado de la vida, buscar el silencio, aunque sea por un instante, se hace cada vez más necesario. Si no se dispone de ese espacio, hay que crearlo, en nuestro propio entorno familiar. Un pequeño rincón en donde sentirse amparado y a salvo de la contingencia que nos asalta a cada instante.