- Estampa de monseñor Buxarrais
- Imagen de San Nicolas
- El regreso de las velas
- Supresión de velas
¿Qué ocurrirá con las cosas cuando nosotros ya no estemos para cuidar de ellas?, ¿qué fue de quienes lo hicieron antes que nosotros?. Cuesta mucho tiempo y dedicación recuperar la memoria de los edificios, de las personas. Supone un cierto sacrificio, pero que también reporta algunas satisfacciones. Nos encontramos con personas que nos aportan cosas, descubrimos historias que no conocíamos. La mayor parte de todo lo que ha sucedido ha desaparecido para siempre, de ahí esa obligación de dar testimonio, de fijar una mínima parte de esas pequeñas aportaciones que las personas sencillas ha hecho a su ciudad, o a su entorno. Tiene un lado amargo, y es que vemos tanto la trasformación de los lugares, como la desaparición de las personas que conocimos en ellos. Después de tantos años acudiendo a un mismo lugar, se siguen descubriendo cosas nuevas, pero también se deja de ver a muchas personas que conocimos entre sus muros. Dentro de esa nave, habitualmente vacía, están también esparcidos nuestros recuerdos y vivencias.
La historia de una estampa de San Nicolás
Desde el año 2006, no siempre, sobre la pila bautismal en la que ya no se bautiza nadie, se encuentran revistas y estampas que allí depositan tanto los propios feligreses, como el capellán del Centro Asistencial, el padre Ramón Buxarrais. A menudo aparecía un pequeño díptico de San Nicolás, con una breve historia del santo, una oraciones y también unas recomendaciones, que algunas personas plastificaban o volvían a reproducir de nuevo. Esto es lo normal, pues en las iglesias, a veces, se dejan libros o revistas ya leídas, para el aprovechamiento de otras personas. También se reparten otras estampas, como las del célebre San Judas.
El hecho no tiene mayor trascendencia, pero en un libro encontrado hace dos meses y que no conocía, cuyo autor es también monseñor Buxarrais, se detalla la historia de esa estampa, que resulta ser de su autoría. La historia la relata en un libro editado en 1995, titulado Las palabras de Ramón Buxarrais, de la editorial PPC.
Según cuenta, él miraba con cierto recelo esa «extraña» y continuada peregrinación de personas hasta la estatua de San Nicolás. Así pues, un día le preguntó a una mujer sobre el porqué de esa devoción, a lo que la mujer, con esa fina y penetrante intuición femenina le espetó: ¿es que vd. no cree, verdad?. Monseñor Buxarrais quedó tan desarmado, que decidió, a modo de expiación, imprimir mil dípticos con la fotografía del santo, su historia, y una pequeña oración, además de solicitar la correspondiente licencia eclesiástica, que figura en la parte final.
La imagen de San Nicolás, tiene en la actualidad los dedos rotos. Hace ya algunos años, encontré una vieja fotografía, con la estatua del santo, imagino que recién llegada a Melilla, y que ahora puedo compartir, tras habar completado la historia, o cerrado el círculo. Lo que deba permanecer lo hará, independientemente de nuestro esfuerzo, y lo que tenga que desaparecer, desaparecerá, aunque pretendamos evitarlo. También he podido constatar el regreso de las velas de cera bajo la estatua del santo, pese a haber sido suprimidas hace cinco años, tras las reformas en la capilla. Hasta finales de 2011, las hermanas de La Caridad retiraban las velas consumidas, pero al marcharse del Centro Asistencial, se recomendó no ponerlas, porque nadie se encargaba de hacer ese trabajo.
Cuando no estemos, seguirá nuestra memoria. Porque Dios nos hizo para vivir en Su eternidad. Entonces todo nos sobrará. Nos iremos de este mundo dejando todo aquí, padre, madre, hermanos, amigos, archivos, pertenencias, objetos de nuestra veneración; y nos encontraremos cara a cara con Dios. Desnudos de todas nuestras ataduras y miserias. Entonces, sólo resplandecerá el HIJO DE DIOS.
Gracias Señor por la vida que nos regalas cada día, por la inmensidad de Tu AMOR. Gracias Señor por Tu protección constante. Señor: Cuando Tu quieras y como Tú quieras. Estoy preparado para emprender el camino hacia Tu morada eterna. Sólo Tú podrás juzgarme.