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          ¿Has cometido un pecado?. Entonces entra en la iglesia y arrepiéntete de el. Porque aquí no está el juez sino el médico: aquí no se nos investiga sino que se nos perdonan los pecados. San Juan Crisóstomo

                 Pasada la lucha, el alma entra en un estado de paz y gozo inefables, decía el monje Evagrio Póntico, pero ¿cuándo sucede eso, cuánto dura ese estado de calma?. Es una estrecha puerta la que comunica un estado con otro. Volvemos a un templo, a un lugar de descanso y lo que antes tenía sentido, ahora nos parece completamente desposeído de el. Las cosas que veíamos antes ya no están, o quizá nunca estuvieron como las recordamos.

           La casa del Padre es una expresión utilizada para referirse tanto a la muerte, como a la vuelta al templo, al lugar en donde nos espera siempre la paz y el silencio, tras un largo tiempo de ausencia. El padre o la madre siempre esperan la llegada del hijo/a. También puede referirse a ese tiempo feliz, ausente de malicia y en donde reinaba la inocencia, en el que nuestros padres resolvían cualquier problema que aconteciese en nuestra vida. Pasado ese tiempo, casi siempre dichoso, debemos caminar en la vida resolviendo nuestros propios problemas. No hay mejor refugio, ni más seguro, que en los brazos de un padre o de una madre.

           En los últimos días, un amigo, regresó a la casa del Padre, a la morada definitiva. Durante un momento caminé en soledad y silencio, por el mismo lugar que él luego debía atravesar, en su postrero viaje. En esa calma, en ese silencio completo, y durante un fugaz instante, quedé desposeído de cualquier problema, angustia o duda. En ese momento, mi espíritu estuvo en la casa del Padre. Hacía mucho tiempo que no tenía esa sensación. Valió la pena gozar de ese instante.