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- En la casa del Padre
- El camino del silencio
¿Has cometido un pecado?. Entonces entra en la iglesia y arrepiéntete de el. Porque aquí no está el juez sino el médico: aquí no se nos investiga sino que se nos perdonan los pecados. San Juan Crisóstomo
Pasada la lucha, el alma entra en un estado de paz y gozo inefables, decía el monje Evagrio Póntico, pero ¿cuándo sucede eso, cuánto dura ese estado de calma?. Es una estrecha puerta la que comunica un estado con otro. Volvemos a un templo, a un lugar de descanso y lo que antes tenía sentido, ahora nos parece completamente desposeído de el. Las cosas que veíamos antes ya no están, o quizá nunca estuvieron como las recordamos.
La casa del Padre es una expresión utilizada para referirse tanto a la muerte, como a la vuelta al templo, al lugar en donde nos espera siempre la paz y el silencio, tras un largo tiempo de ausencia. El padre o la madre siempre esperan la llegada del hijo/a. También puede referirse a ese tiempo feliz, ausente de malicia y en donde reinaba la inocencia, en el que nuestros padres resolvían cualquier problema que aconteciese en nuestra vida. Pasado ese tiempo, casi siempre dichoso, debemos caminar en la vida resolviendo nuestros propios problemas. No hay mejor refugio, ni más seguro, que en los brazos de un padre o de una madre.
En los últimos días, un amigo, regresó a la casa del Padre, a la morada definitiva. Durante un momento caminé en soledad y silencio, por el mismo lugar que él luego debía atravesar, en su postrero viaje. En esa calma, en ese silencio completo, y durante un fugaz instante, quedé desposeído de cualquier problema, angustia o duda. En ese momento, mi espíritu estuvo en la casa del Padre. Hacía mucho tiempo que no tenía esa sensación. Valió la pena gozar de ese instante.
Da la sensación de que todo se nos echa encima demasiado pronto. Ya hemos recorrido casi la mitad del año. ¿Cuánto dura ese instante de calma, quién lo ha disfrutado?. ¿Qué nos espera?. ¿Hemos recorrido demasiado o poco?. Hay muchas cosas que ya se han detenido y no viajan con nosotros. Hay cosas que no volveremos a ver. No sabemos para qué nos preparamos, ni siquiera el por qué de las cosas que hacemos. A veces creo que estamos demasiado solos, por supuesto, Hospitalario.
Nadie puede detenerse, Juan.
Parece que queda poca gente aquí, pero son más los que cada vez entrar a mirar y observar, y quizá se queden, porque las visitan crecen y son constantes, incluso en el mes largo de ausencia. Ese es la pretensión de este lugar.
Comprende que es difícil hablar de estas cosas, y mucho más difícil escribirlas.
No sé, Juan, si te refieres a la soledad humana a la que más tarde o más pronto todos nos enfrentamos, con independencia de cuánto tengamos en la vida para distraernos e irla tapando, o a una situación concreta vuestra. En cualquier caso, una solución creo que la apunta o insinúa, como suele hacer, Hospitalario. Quien pueda, teniendo en cuenta y confiando en ese Padre protector que nos resolverá los problemas, o en último caso si no se resuelven nos ayudará a sobrellevarlos.
También puede ayudar saber que existen quienes comprenden y comparten lo que sentimos; creo que por eso contamos lo que nos pasa, es una forma de repartir la carga, en cierto modo, el contar con otros que se hacen cargo de nuestro dolor.
La frase tan manida que decimos muchas veces de forma rutinaria, «te acompaño en el sentimiento», me parece perfecta. Significa para mí, sufro contigo, no estás solo. No se me ocurre que podamos aspirar a algo más que acompañarnos unos otros.
Son muy interesantes tus aportaciones, Isa.
Acompañar es una palabra clave, pero incluso rodeados por ella, nos podemos encontrar solos. Necesitamos la palabra y el hecho. Yo estoy, como muchos/as, rodeado de personas (familia, amigos, compañeros), pero a la hora de sentarse y enfrentar el tema del día, su enfoque, la necesidad o no de hacerlo, durante ese instante, se está solo.
También cuando se abre la página, se mira, y no se acaba escribiendo nada, o cuando se entra en ella y no hay nada escrito durante días, o semanas; o cuando nadie comenta durante un periodo largo.
Hace tiempo te dije que con El Alminar me sentía menos sola, creo que por una entrada sobre inmigrantes, o personas sin techo. Compartir lo que nos preocupa y hace sufrir mitiga la soledad y no siempre se consigue con todos los amigos y familiares. Más que hechos y compañía concreta me importa a mí compartir el sentir. De todas formas, tengamos lo que tengamos, hay muchas ocasiones en que lo único que nos queda es decir con confianza: ayúdame, Señor, y que sea lo que Él quiera. Me da algo de apuro decir esto tan personal. No lo hago en absoluto por hacerme la interesante, sino para dejar constancia de que a mí me sirve y quizá pueda animar a otros/as a tenerlo en cuenta.
Comentar no sé, pero abriré todos los días o más para que sientas la compañía.
Gracias Isa, eso es y será mucho. Aquí busco una frecuencia de publicación que no encuentro, pero quizá es que tampoco la tenga. A veces no sirve de nada forzar las cosas o los acontecimientos. Hay un momento para cada cosa, y una cosa para cada momento. Lo repito mucho, pero es cierto.