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capilla centro asistencial, El Reino de los cielos, Gota de Leche de Melilla, la puerta estrecha
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Es un estrecha puerta la que separa este pequeño lugar dle ruido del mundo. No hemos dejado de atraversarla desde hace siete años. Vez tras vez, sin faltar casi nunca. No solo son los lugares, sino tambien las personas que habitan en ellos, los que los cuidan y mantienen, y todos aquellos que han pasado por esos mismo bancos y han mirado a esas mismas imágenes. Todo aparenta estar vacio, pero sin embargo esta lleno de sensaciones que no pueden verse, pero sí percibirse.
Sabemos lo que hacemos nosotros (mantener las luces), pero no lo que hacen los demás; cuidar las plantas, mantener los adornos, encender las lámparas. Es ese trabajo conjunto y anónimo lo que mantiene este lugar de paz, al que hemos acudido a pleno Sol, en días de lluvia, a medio día y por la noche. Hemos transitado por la nave vacía, hemos visto acudir gente y cambiar los grupos humanos.
Desde que nos descubrieron su existencia no hemos dejado de acudir allí. Muchos no saben si quiera de su existencia, otros no verán nada de los que describimos y nunca les dirá nada este lugar, que siempre es el mismo y siempre es diferente. Minetras podamos, no dejaremos de atravesar esta puerta.
Esta es la casa del Señor, los vencedores entrarán en ella. Abridme las puertas del triunfo y entraré para dar gracias al Señor.
Aún recuerdo la hermosa salmodia, recitada a dos coros, con la humildad de quienes reconocen a Jesucristo, como su único Amo y Señor…
Cuantas veces habrán cruzado esa puertas, mujeres abnegadas, heroicas Hijas de la Caridad, que se apresuraban al rayar el alba para entonar un continuado himno de alabanza, y en seguida continuar la tarea…
Cuantas veces habrán cruzado esa puertas los ancianos, jóvenes y niños acogidos. Cuanta grandeza y heroísmo acogieron esos muros en los días de incertidumbre…
Cuántos salieron de allí consolados y atendidos…
Aquellos beneméritos colaboradores, personal de la casa, o simples melillenses que se acercaron, y siguen acercándose a encontrar dentro de esos muros la paz en su espíritu, o a pedir, sencillamente, un favor o protección…
¡No!, esos muros no están vacíos. Aún queda en ellos quienes les alientan y dan vida…
Aún siguen los empleados transportando a los ancianos y cuidando de los jóvenes y de los niños…
Aún siguen en el mismo lugar las mismas imágenes desde el siglo pasado…
Aún hay alguien esperándote para recibirte y darte el consejo oportuno…
Aún está allí el Hijo de Dios vivo… aún se oyen en cercano jardín los juegos y las risas de los niños.
Felicidades a todos los que ahora celebran su primer centenario como institución benemérita y humanitaria.
Estás inspirado y es muy de agradecer, Imparcial.
Hospitalario, muchas gracias. El sufrimiento nos enternece el corazón, y abre la mente y la conciencia a Dios.
Muchas veces, es bueno volver a comenzar. Una y mil veces.