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             Siempre nos acompañó, siempre estuvo ahí, realizando esa labor sorda y callada que es raramente valorada. Se trata de Joseph Ratzinger, durante algunos años como el Papa Benedicto XVI. Es un gran teólogo, muy normativo pero nada rígido. Había llamado nuestra atención en algunas ocasiones, estaba cerca, lo seguíamos, pero ahora le hemos descubierto de modo definitivo. Acabamos el año en La Capilla con las mejores cifras de visitas desde 2012. Hemos rebasado la frontera de las 10.000 y con cuatro meses por encima de las mil mensuales. Hay cada vez más personas que llegan hasta aquí a buscar algo, y que quizá repiten. También, aunque sin frecuencia fija, hemos acudido hasta este lugar a dejar más escritos, más testimonios sobre aquello que acontece. Ese ha sido uno de los grandes cambios, que ahora está unida a la realidad, o a una parte de ella. Hacemos la última reflexión con Benedicto XVI, en una homilía suya de 2007, recogida en el libro Homilías de un Pontificado, de Pablo Blanco en ediciones Cristiandad.

             «Entonces podemos preguntarnos: ¿Cuál es la razón por la que unos ven y encuentran y otros no? ¿Qué es lo que abre los ojos y el corazón? ¿Qué les falta a aquellos que permanecen indiferentes, a aquellos que indican el camino pero no se mueven?. Podemos responder: la excesiva seguridad en sí mismos, la pretensión de reconocer perfectamente la realidad, la presunción de haber formulado ya un juicio definitivo sobre las cosas hacen que su corazón se cierre y se vuelva insensible a la novedad de Dios», a la realidad del espíritu, añadimos.

              Ahora, por este año ya está todo escrito. No queda tiempo para corregir ya el rumbo seguido a lo largo del presente año.  Aunque hasta el último momento no podremos decir que lo hayamos concluido.