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Reflexiones, de Joseph Ratzinger a Benedicto XVI
¿En qué cree un Papa, le otorga alguna ventaja su posición con respecto a la creencia? Joseph Ratzinger es tan solo un hombre, antes que el Papa Benedicto XVI, o el Vicario de Cristo, título que rechaza, por el de sucesor de Pedro, nada más. Según las condiciones en las que se halle uno inmerso, sostener la fe puede ser una tarea más o menos ardua. Recuerda unas palabras de Romano Guardini, quien en una visita a una parroquia evangélica vecina afirmó: “con la edad, la fe no resulta más fácil, sino más difícil”.
Su obra teológica es enorme, y consiguió convertir su Introducción al Cristianismo en un éxito de ventas que ha alcanzado 16 ediciones en España, algo impensable en una obra teológica. En su libro de conversaciones con Peter Seewald, único periodista al que se las concede, afirma: “Por otra parte, uno percibe con más fuerza la gravedad de las preguntas, la presión de la impiedad actual, la ausencia de fe, incluso muy dentro de la Iglesia, pero también la grandeza de las palabras de Jesucristo”.
La exégesis bíblica analiza cada palabra de los evangelios, detecta errores, incongruencias, añadidos posteriores y esto supone un gran peligro, en opinión de Ratzinger, un teólogo muy sutil y potente: “Así sucede que si no conocemos ya a Jesús, la iglesia está acabada. Y el peligro de que determinados tipos de exégesis nos lo destruyan y desgasten sin más de tanto hablar de él es inmenso. Aquí no basta con interpretar espiritualmente el dogma. Hay que implicarse en esa disputa, sin perderse en los detalles, pero sí hasta el punto de hacer ver que el método histórico no nos prohíbe la fe”.
La Iglesia en opinión de Benedicto XVI “no debe alejarse de los hombres, ni de la caridad cristiana, ni del compromiso social político, pero debe alejarse del poder, del dinero, de las falsas apariencias, del engaño y de autoengaño”. Es un camino ya indicado, marcado teológicamente, que está siguiendo su sucesor, Francisco I, aunque con más energía y de un modo más directo, lo que está levantando críticas y rechazo en los sectores más tradicionalistas, más acomodados.
Joseph Ratzinger es un teólogo católico, muy profundo, muy riguroso y atento a los detalles. La fe católica se asemeja a los raíles de la vía de un tren clásico, en la que hay que seguir una senda delimitada, pero de la que es fácil salirse o descarrilar. Esto es algo que le pasó a su amigo y compañero Hans Küng, principal responsable de la mala fama de Ratzinger, al que acabó acusando de casi todos los males de la Iglesia. “La teología sin iglesia se convierte en un discurso hecho en nombre propio y entonces deja de tener relevancia”, afirma Ratzinger. La amistad y la colaboración teológica con Küng se resquebrajó: “cuando vi que la teología no era ya una interpretación de la iglesia católica, sino que reflexionaba sobre sí misma. Como teólogo católico, para mí aquello ya no era conciliable con la teología. Desconozco las razones por las que luego me singularizó como adversario”.
Su otra faceta, la que le hizo universalmente conocido, la de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, discurrió entre 1982 y 2005, o lo que es lo mismo, durante todo el pontificado de Juan Pablo II. Constituyó una etapa demasiado larga, que le costó dos ictus cerebrales y la pérdida de la visión en un ojo. Con todo ese cansancio y desgate físico a cuestas, en 2005, con 78 años, sobrepasada la edad en la que se retira un obispo, fue nombrado como Pontífice Máximo de la Iglesia Católica, en una situación de gran crisis, cuando empezaban a aflorar los escándalos de los casos de pederastia y el caos de los escándalos económicos de las finanzas vaticanas. Ahora se intenta hacer un presupuesto al modo europeo, que centralice el ingreso y el gasto y evite la dispersión y los escándalos.
El 27 de febrero de 2013 fue el último día de Benedicto XVI como Papa de la Iglesia católica, ahora, entre los muros del convento Matter Eclesiae, quiere dejar como legado: “el sentido de proseguir mi servicio en la oración”.
Sus reflexiones abarcan todo, hasta el futuro, que vaticina muy distinto: “Es posible que el evangelio desaparezca de algunos continentes, también puede desaparecer en ámbitos en los que tenía gran presencia. Pero nunca puede dejar de ser anunciado y nunca devendrá irrelevante. Europa ya no constituye el centro de la Iglesia universal, aunque conserva su responsabilidad y tareas específicas El cristianismo ya no es sinónimo de cultura moderna, y la forma fundamental cristiana ha dejado de ser determinante. En este sentido, la sociedad occidental, ya no será sin más una sociedad cristiana”.
¿Ha decaído la fe de Ratzinger? En absoluto, es más, confiesa no haber sufrido “las noches oscuras”. Para Benedicto XVI el pensamiento debe estar en renovación constante, en la búsqueda de “otro modo de ver las cosas”. Hay que desprenderse de nociones antiguas, porque la fe debe ser dinámica y recomienda: “Sacar agua una y otra vez de las profundidades de las fuentes, que a veces descubrirán sus significados más ocultos”.
Reblogueó esto en Laus Deo.
Juan José Tamayo, con motivo de la publicación de su libro «Juan Pablo II y Benedicto XVI. Del neoconservadurismo al integrísimo» en 2011, declaró lo siguiente:
– «Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI se mueven en el mismo modelo de Iglesia, la concepción restauracionista. Cuestionan el modo de entender la Iglesia del concilio Vaticano II y retroceden a etapas anteriores y a momentos históricos que no se corresponden con el actual. Se interrumpe el diálogo con la modernidad y el ateísmo, con las religiones cristianas y con las no cristianas. Benedicto XVI y, en parte, Juan Pablo II han dinamitado todos los puentes de diálogo con la modernidad, responsabilizándola de la crisis del cristianismo. También han roto los puentes con el mundo de la increencia y las iniciativas ecuménicas de etapas anteriores. Han tenido una actitud condenatoria con las religiones no cristianas y, en el caso de Benedicto XVI, muy especialmente con el islam. Otro puente que han conseguido quebrar es el del encuentro con las teologías de la liberación y las iglesias comprometidas con los pobres en el tercer mundo».
Estos son parte de los motivos de la mala fama de Ratzinger. Hans Küng no es el responsable de esa fama, en todo caso lo es de forma indirecta. La fama viene del trato que le infligió el gran inquisidor al igual que a otros como el mismo Tamayo o Leonard Boff.
El libro de Hans Küng «Ser cristiano» se editó por primera vez en 1974 y se ha publicado en 15 idiomas y numerosas ediciones.
«El libro es comparable al Yo acuso (1898), de Zola. Los dos están guiados por una razón moral: uno, contra el hipócrita poder del Estado, con motivo del caso Dreyfus; otro, contra el incontrolable poder de la Iglesia en la figura del Papa, que actúa como monarca absoluto». (Tamayo)
En palabras de Küng: «Este libro no pretende seducir a la personas mediante la retórica o abrumarlas con un tono de prédica. No quería simplemente proclamar, declamar y declarar de manera teológica. Pretendía fundamentar por qué y cómo también una persona crítica de hoy puede responder ante su razón y ante su entorno social del hecho de ser cristiano». (…..) trata de una teología para todos los cristianos, una teología verdaderamente ecuménica. (…..) Ante el éxito que este libro tuvo hasta en el clero, la jerarquía no vaciló en poner públicamente en duda la ortodoxia del autor de «Ser cristiano», incluso en difamarlo.(….) la jerarquía alemana y romana tomó la cristología expuesta aquí como motivo para apoyar teológicamente en 1979 la retirada de la «Missio canónica» al autor, a pesar de que nunca tuvo lugar un proceso magisterial contra «Ser cristiano»….De este modo se intentaba desplazar la discusión desde la penosa cuestión de la infalibilidad a la cuestión cristológica. Además, a los jerarcas renuentes a las reformas les resultaban molestas las demandas de reforma intraeclesial formuladas también en este libro».
Ratzinger: «cuando vi que la teología no era ya una interpretación de la iglesia católica, sino que reflexionaba sobre sí misma. Como teólogo católico, para mí aquello ya no era conciliable con la teología. Desconozco las razones por las que luego me singularizó como adversario”.
Küng: «No podía seguir otro camino, no sólo por la libertad, que siempre me fue querida, sino por la verdad, que está aún por encima de la libertad. Si lo hubiera hecho -entrar al servicio del sistema romano, así lo veo hoy-, habría vendido mi alma al diablo por el poder de la Iglesia”.
La verdad.
Ratzinger confunde a un adversario personal con un hombre pensante y crítico con la iglesia católica y con los que como él investidos de infalibilidad y de un poder absolutista que se han otorgado y no les corresponde, quieren imponer a todos sus verdades absolutas. Ratzinger tiene razón en una cosa, algunas verdades no se pueden relativizar. Sin embargo él no es que relativice, es que directamente falsea la realidad.
Así cuando dice de los condones: [El SIDA] «non se puede superar con la distribución de preservativos, que, por el contrario, aumentan los problemas». Falso de toda falsedad.
O: «El Génesis deja entender cómo la mujer, en su ser más profundo y originario, existe «por razón del hombre» Ratzinger, «Carta a los obispos de la iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo”, # 1. 31 de Mayo de 2004.
Que un gran intelectual según dicen que es recurra al relato del Génesis para legitimar la subordinación de la mujer al hombre y la negación de iguales derechos entre las personas, no ofrece ninguna credibilidad para confiar en sus especulaciones sobre Dios. No tiene la verdad.
Kúng me ha confirmado muchas cosas que intuía. Que no se puede creer por obligación; que es un error identificar fe, con seguimiento a una doctrina; que es preciso saber que, en el fondo, no importan tanto las estructuras visibles, lo que importa es el espíritu de Jesucristo. Eso es lo que Ratzinger no puede aceptar, emperrado en imponer sus carriles por todos los medios a su alcance, expulsando y amenazando con la no salvación fuera de ellos, pero eso tampoco es verdad.
El teólogo católico Herbert Haag cuenta en dos artículos el enfrentamiento de Küng con el Vaticano.
http://elpais.com/diario/1980/01/29/sociedad/317948402_850215.html
http://elpais.com/diario/1980/01/30/sociedad/318034801_850215.html
Sigo pensando que lo mejor que ha ocurrido en mi vida es haber entrado en este blog, para seguir aprendiendo todo lo bueno que en estas páginas se exponen. Y todo ello dentro de las más pura doctrina de la Iglesia.
Me alegro mucho Imparcial.
Has trabajado muy bien, Isa. Son muy buenas e interesantes tus aportaciones.
Lo que queda claro en todo esto, sin comprometer mi posición personal, es que Hans Küng derivó de teólogo católico y colaborador de Ratzinger, a teólogo libre; para posteriormente dirigirse hacia las sendas del protestantismo, casi aproximándose a las tesis básicas de Lutero. Para mí queda claro lo expuesto por Ratzinger. Se ha convertido en un teólogo sin iglesia.
Se trata de donde uno quiere esta y la teología de Ratzinger es muy profunda, pero católica. La teología de Küng es personal y no tiene iglesia. La primera ha fijado las marcas por donde debe discurrir la teología católica, la segunda ha perdido su capacidad de influencia al aislarse. Si se quiere influir en alguna institución humana hay que estar de alguna manera dentro, o cerca, muy cerca. Si uno se separa, se pierde, y lo que logre es solo válido para sí mismo.
«Pero el hecho es que la mayoría de los fieles consideran más provechoso y más cercano al Evangelio el lenguaje de Küng que el de los obispos». Haag
Es algo que puedo corroborar personalmente, por mí y por mi experiencia con allegados. No es algo de importancia, solo soy una mindungui, pero es mi testimonio. Como yo miles de personas contarán para siempre con los aportaciones de Kúng, a la fe, a la comprensión y aceptación de cuestiones para las que Ratzinger solo propone decir Amén.
Más que eso, su influencia permanecerá en las mentes, textos, pensamiento para la posteridad al servicio de la renovación y el bien de la iglesia.
Actualmente es uno de los intelectuales cristianos más reconocidos a nivel mundial, con tanta influencia que es el fundador presidente de la Fundación por una Ética Mundial, que tiene su sede central en Alemania. Su lema es: «No habrá paz mundial sin paz entre las religiones, no habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones».
Lo expuesto por Ratzinger está clarísimo. Él marca los límites de lo que debe decir la teología, quien proponga debatir reformas, cuestione lo que quiera que sea, queda fuera.
Exigir obediencia sin rechistar, se llama fundamentalismo.
Lo que no está tan claro es que quiere decir un teólogo «sin iglesia».
Primero, porque todxs los bautizadxs somos iglesia.
Después porque a Kúng nunca le han revocado el sacerdocio, siempre ha sido y sigue siendo sacerdote católico. Son innumerables los teólogo, teólogas y pensadores cristianos que han sufrido algún tipo de reprobación por parte de los inquisidores, pero siguen siendo iglesia, una parte de ella. Desde luego no ha llegado a obispo, cardenal, ni ningún cargo de poder, en eso tiene razón Ratzinger, en esa parte de la iglesia no está. Quizá, precisamente eso, no vender su alma al diablo es una de las razones que hacen sentir su mensaje tan autentico.
Y sobre todo, porque él, al igual que muchos de los represaliados, se considera católico y en la iglesia, a la que nunca ha renunciado ni negado. Que la Congregación para la Doctrina de la Fe lance un anatema, no es más que un acto burocrático, con el agravante de que tal como es y cómo funciona ese organismo, en cualquier país actual civilizado eso invalidaría al organismo y al anatema.
Desde luego, se trata de en qué parte quiere una estar.
Lo expuesto por Ratzinger no solo está claro, sino que además tiene una coherencia interna muy poderosa. Una cosa son las reformas en la teología, él realmente fija todo aquello que se dirigía hacia la dispersión. Las reformas en la iglesia son algo distinto. Küng me pareció siempre algo pesado, demasiado denso, muy difícil de digerir.