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«Si el Adviento es, por excelencia, el tiempo que nos invita a esperar en el Dios que viene, la Cuaresma nos renueva en la esperanza en aquel que nos hace pasar de la muerte a la vida. Ambos son tiempos de purificación -lo manifiesta también el color litúrgico que tienen en común-«. Año litúrgico de Joseph Ratzinger, de Pablo Cervera.
Cada año tiene sus marcas, bien religiosas, bien laborales, bien institucionales. El año Litúrgico tiene dos tiempos importantes, los ya mencionados. El miércoles de Ceniza, que este año ha coincidido con el 1 de marzo, se ha celebrado más profusamente que otros. Había más posibilidades que otros años para ser impregnado con la ceniza ritual. La Iglesia Arciprestal del Sagrado Corazón incorporaba por primera vez en varios años, la misa matinal especial, que hasta ahora venía celebrando en solitario el obispo emérito de Málaga Monseñor Buxarrais. Por la tarde, eso sí, todas la iglesias en uso de la ciudad, celebraron el rito litúrgico que abre y da paso a la Cuaresma. Este año, lo comentaban los asistentes, las iglesias han estado más llenas que en ocasiones anteriores.
El Vicario Episcopal Roberto Rojo celebró una liturgia matinal orientada hacia todos los creyentes, y también y en especial hacia los/las melillenses de la Residencia de Mayores. El oficio litúrgico de monseñor Buxarrais atendía a los residentes del Centro Asistencial y a todos los fieles residentes en las inmediaciones. No se puede estar en todos los lugares, pero deben estar abiertos la mayor cantidad de lugares de culto posibles. Lo que debe predicarse es el evangelio, da igual quién lo haga y ante cuantos.
Liturgia de la Ceniza en el ciclo A
El año litúrgico del ciclo A, empezó en Adviento. Ahora solo estamos frente al 2º tiempo más importante del año litúrgico. Roberto Rojo celebra una liturgia armoniosa en los tiempos, enérgica y a veces rápida, salvo en la homilía, en la que se detiene más. Explicó la evolución de la liturgia cuaresmal a lo largo de los siglos, porque no siempre se ha prestado la misma atención a todo. «la Cuaresma, dijo el Vicario, es tiempo de ayuno, caridad y oración. Es tiempo de una oración constante, profunda e íntima, tiempo de diálogo con Dios. Es tiempo también de caridad, pero no la de dar dos euros a la salida de la iglesia, sino de la caridad con el prójimo. Es tiempo de ayuno, pero no el de dejar de comer tal o cual cosa y sustituirla por otra, sino el de privarse de aquello que nos gusta y apetece, pero de un modo ostensible, de pequeños sacrificios, pero que se hagan notar, pero no para que los demás lo sepan, sino para que lo sepa Dios». La reflexión u homilía está siempre relacionada con las lecturas del día, en este caso la del evangelio de Mateo, que aconseja no practicar la justicia, ni la caridad, ni la oración, delante de los hombres, sino solo delante del Padre, que está en lo escondido, en lo secreto.
Su última exhortación hacía referencia a la necesidad de evitar la dureza de corazón, a la necesidad de transformarse y cambiar de modo constante. La irritabilidad, la falta de tolerancia es una tendencia según se avanza en la edad. Hay que animarse a querer a los demás y a dejarse querer y apreciar por ellos, aunque nos lo pongan difícil, aunque cueste. Concluyó su homilía diciendo que «hay que ser siempre sensible a cumplir la voluntad de Dios, nunca la nuestra», tras la cual impuso la ceniza a todos los presentes, bajo la fórmula ritual de: «Conviértete y cree en el evangelio».