Misa de intenciones, San Agustín -Melilla Con mi madre, y la suya, JuliaTanatorio San Juan de la Cruz (San Ildefonso)
Las almas de los justos están en manos de Dios, y no les alcanzará tormento que les dañe. Pareció que morían, pero descansan en paz. Amén.
El pasado 17 de noviembre falleció en La Granja de San Ildefonso (Segovia), Julia Jiménez Caramazana, mi madre, después de una larga vida, la más longeva de la historia familiar; en calma y paz. El ciclo de la vida se cierra así para ella, en lo que llamamos orden natural, algo que no siempre sucede. Esa paz alcanza a todos, a los vivos y a los muertos. En un Mausoleo de Melilla, se puede leer esta frase, antes de descender hasta la cripta, excavada en el suelo: La religión y la paz, guardan su memoria. Y eso es importante, porque la memoria debe guardarse en paz. En la paz de la familia, de los hijos, de los sobrinos y de los nietos.
Toda vicisitud de la vida se cierra así. Por ello, todo debe estar en orden antes, porque tras la muerte no hay tiempo para reparar las faltas o los momentos perdidos. Algo que tampoco sucede con mi madre. He estado viviendo con ella el mismo tiempo que hemos estado separados, por la distancia geográfica, porque otra separación no existía. Cada año íbamos a verla regularmente, en verano, sin faltar uno solo. Y en otras muchas ocasiones era ella la que regresaba temporalmente a Melilla.
Queda solo pues la inevitable e irreversible separación física, para la que se busca consuelo de otras formas, en la memoria de lo compartido, y en la paz del recuerdo. Decía un escritor que «la muerte de la madre nos deja solos frente al mundo». Lo cierto es que la vida se separa en dos segmentos, el que vivimos con ella, o en su ausencia.
«Deus, quaésemus clementiam tuam, ut animas famulorum et famularumquetuarum, quae ex hoc saeculo transierunt, ad perpetuae beatitudinis consortium pervenire concedas«1. Amen
Nota: Dios, rogamos a tu clemencia, que las almas de tus siervos y siervas, que salieron de este mundo, llegar a la eterna compañía de los bienaventurados. Misal Romano
Fray Juan Antonio Llorente EspínEl Padre Eterno Virgen del Carmelo, Melilla (siglo XVI)Fray Juan Antonio, última felicitación
En el convento del Santo Espíritu del Monte de Gilet (Valencia), la mañana del 9 de noviembre parecía tranquila hasta que un individuo perturbado y alterado por sustancias, irrumpió sobre las tapias del monasterio, armado de garrotas y palos, y con la fuerza que suelen tener los perturbados. Todos los monjes eran ya mayores, en plena ancianidad. Sin embargo y por desgracia, fray JuanAntonio Llorente Espín, fue el primero en encontrarse con el agresor, recibiendo toda la enloquecida fuerza homicida del asaltante del convento, y falleciendo tres días después en un hospital de Valencia. Hemos buscado toda la semana alguna semblanza del fraile franciscano asesinando, en la página oficial de la Orden Francisca de la Provincia de la Inmaculada, y no la hemo visto, ni encontrado; con el fin de elevar algunas oraciones por su alma y recuerdo.
Fray Juan Antonio Llorente Espín
Era natural de Cehegín, Murcia, en donde había nacido en 1948, tomando los hábitos religiosos de la Orden Francisca en 1978. Sin embargo, la obra por la que será recordado mucho más allá de las propias fornteras franciscanas y las de su región natal, está en la Asociación Nacional de Amigos de la Virgen (A.V.E.) acrónico que reproduce el principal saludo del Arcángel a María «Ave Maria gratia plena«.
Cada año, desde 1990, celebraba un encuentro anual del grupo de Coleccionistas de postales marianas, inscrito como tal en el registro de asociaciones en Segovia, y transformarlo en una asociación nacional, AVE (Amigos de la Virgen de España), y como tal quedó fundada el 18 de mayo de 1991, en Madrid. Presentaron los Estatutos el 5 de junio y fueron legalizados el 24 de septiembre del mismo año, día de la Virge de la Merced.
En 2015, coincidiendo con su estancia en Murcia, trasladó la sede social y fiscal a la capital murciana. Cada año realizaban un encuentro de asociados, coincidiendo con los numerosos destinos y traslados, que la Orden Franciscana le imponía, y que él acataba con obediencia y alegría. En los últimos años también estuvo en Córdoba y en otras localidades, a un máximo de tres años en cada una. Todos esos avatares e incidencias los comentaba en las dos carta anuales que dirigía a su casi millar de socios. En la última, recibida en el mes de mayo, había iniciado el proceso de renovación de la asociación, suprimiendo el encuentro anual, y buscando alguna alternativa a la constante reducción de socios, por fallecimiento. Este último traslado, que comunicó el año pasado, tenía algo de inquietante, ya que aunque animoso y fuerte, tenía ya cumplidos los 75 años. Pensábamos, desde este Capilla del Bautista, ofrcerle nuestras fuerzas para garantizar la continuidad de los Amigos de La Virgen. No podíamos imaginar, que este último traslado podía significar su encuentro con el Padre Eterno, que por cierto, incluyó en el último envío de postales.
En el primer envío de año, tras pagar la cuota de 12€, se recibían 60/70 postales de la Virgen y otras imágenes, que coincidían también con las de la zona de sus estancias. Además enviaba unos calendarios de bolsillo, con la imagen de la Virgen de la Panada, a la que tenía espacial devoción. ¡Qué descanse en Paz junto al Padre, el hermano Fray Juan Antonio Llorente Espín, presidente fundador de la Asociación de Amigos de la Virgen de España! AVE
Benedicto XVI Joseph Ratzinger Monseñor Ganswein Cardenal Ratzinger Benedicto XVI y el cardenal Rouco
El 31 de diciembre de 335 falleció SilvestreI (33º Papa de la Iglesia de Roma). El primer Papa oficial del Imperio Romano, cuya vida acabó en ese último día del año y que fuera nombrado para el pontificado el 1 de enero de 314. En el mismo día ha fallecido también el que fuera Papa Benedicto XVI. Silvestre I fue el primer Papa de la era de Constantino, el emperador romano que declaró oficial el cristianismo, y que fundó la ciudad de Constantinopla. Así pues, adquiera gran relevancia histórica, el día del fallecimiento de Joseph Ratzinger. Constantino es también el nombre del fundador de la Roma de Oriente y también el de su último emperador, Constantino XI Paleólogo.
El cardenal Joseph Ratzinger y Papa Benedicto XVI, hizo finalizar su pontificado el último día de febrero de 2013, y que fuera, como por tanto el 265º Papa de esta la Iglesia católica. Como figura eclesiástica dejó de estar presente en la vida católica desde hace casi 10 años, que se hubieran cumplido el próximo febrero, en una efeméride ya imposible. Se había despedido como Pontífice romano en aquella fecha. Salvo alguna pequeña publicación, alguna entrevista y su nueva biografía, ha permanecido en absoluto silencio hasta el final de su vida en el último día de 2022. Una fecha cargada de significados y que habrá que interpretar con calma, muy por encima de las relaciones apresuradas que podrían establecerse. Vivimos en un tiempo de respuestas inmediatas y de duración efímera.
Siempre nos acompañó, siempre estuvo ahí, realizando esa labor sorda y callada que es raramente valorada o reconocida. Se trata de Joseph Ratzinger, durante algunos años como Papa Benedicto XVI (2005-2013). Ha sido un gran teólogo, muy normativo pero nada rígido. Había llamado nuestra atención en algunas ocasiones, estaba cerca, lo seguíamos, pero ahora le hemos leído y descubierto de modo definitivo. Empezamos el año en la Capilla con esta obligada reflexión y recuerdo que no puede dejarse pendiente por más tiempo. Hacemos esta primera reflexión con Benedicto XVI, en una de su homilías de 2007, recogida en el libro Homilías de un Pontificado, de Pablo Blanco en ediciones Cristiandad. Hay otros muchos libros suyos y a los que se puede acudir a buscar sus propias palabras, que inspiraran cosas distintas depende de quien las lea, o que simplemente no le dirán nada a muchos. Esto es lo que sucede con lo publicado, con lo escrito. Una parte se mantiene vigente y permanece, y otra mucha se enfría, y disipa con el paso del tiempo.
«Entonces podemos preguntarnos: ¿Cuál es la razón por la que unos ven y encuentran y otros no? ¿Qué es lo que abre los ojos y el corazón? ¿Qué les falta a aquellos que permanecen indiferentes, a aquellos que indican el camino pero no se mueven?. Podemos responder: la excesiva seguridad en sí mismos, la pretensión de reconocer perfectamente la realidad, la presunción de haber formulado ya un juicio definitivo sobre las cosas hacen que su corazón se cierre y se vuelva insensible a la novedad de Dios», a la realidad del espíritu, añadimos.
Aparte de los libros de Pablo Blanco Sarto, el mayor estudioso de Ratzinger, existe un interesante libro sobre su pontificado, escrito por Roberto Regoli y presentado entre el cardenal español Antonio María Rouco y el ayudante personal del que fuera Papa Benedicto XVI, monseñor Georg Gänswein. Se reeditarán muchos libros, otros no, y no todos pasarán o podrán encontrarse en los formatos digitales. Así seleccionan y condicionan nuestra memoria.
Joseph Ratzinger seleccionaba cuidadosamente cada cosa que publicaba o se publicaba sobre él. Por eso es importante tener los libros anteriores a su fallecimiento. Lo que se haga a partir de ahora ya no tendrán ese control. Eso sí, su obra, inmensa quedará para consulta, estudio, auxilio y también indiferencia. Nada puede afirmarse de modo absoluto. Detrás de la creencia más firme o de la incredulidad, persistirá siempre la sombre de la duda y eso es algo que no puede evitarse. Incluso para aquellos que un día profesaron o profesan aun lo más parecido a una fe, el marxismo, del que también se puede hacer apostasía.
En un libro de reflexiones para día del año, Ratzinger lo expresaba así: «igual que el creyente se esfuerza por no dejarse ahogar por el agua salada de la duda que el océano le lleva continuamente a la boca, también el no-creyente duda de su incredulidad, de la real totalidad del mundo que él ha decidido explicar como un todo. Jamás estará seguro del carácter total de lo que ha considerado explicado como el todo1..»
Ahora mismo solo podemos dejar constancia del hecho.
Requiem aeternam dona ei, Domine; et lux perpetua luceat ei
En Melilla era conocido como fray Jesús Cortejosa Gómez, en dónde estuvo hasta los años finales del siglo XX. Mientras estuvo aquí era un fraile franciscano, luego se reintegró al clero diocesano, pues él era sacerdote. En nuestra ciudad lo fue todo: párroco de la Medalla Milagrosa, de la iglesia Patronal de la Purísima, guía espiritual de varias cofradías, y sobre todo, uno de los últimos frailes franciscanos de Melilla la Vieja.
A fray Jesús le tocó revitalizar el culto en las parroquias e iglesias que atendió, tras la desolación de la etapa iconoclasta, que dejó las iglesias vacías de imágenes, adornos y fieles. En la terminología bizantina el padre Cortejosa era un iconódulo, o devoto de las imágenes. Restauró cultos, promovió el cambio de las imágenes de la parroquia de la Medalla Milagrosa por otras más actualizadas y de estéticas contemporáneas. Como párroco de Batería Jota levantó la delegación de Cáritas de Cabrerizas. Era incansable en su labor pastoral y siempre tenía tiempo para atender a todo el que se le acercara.
Su presencia en la ciudad se prolongó entre 1985 y 1996 y le tocó la etapa más dura de la iglesia de La Purísima, templo fundacional de la ciudad. La iglesia patronal de la ciudad era una pura ruina, abandonada por casi todos. Esa es la época en la que le conocí, y una de las que recuerdo con más agrado. El convento de capuchinos, en donde residían la comunidad, era un edificio semiabandonado, frío y húmedo, en donde las condiciones de vida eran muy duras.
Se le puede considerar como el artífice de la salvación del templo patronal de Melilla, junto con la dirección Provincial del Ministerio de Cultura. En 1991 autorizó en traslado de la imagen de la Virgen de la Victoria a la Asociación de Estudios Melillenses, en donde recibió culto durante casi un año.
Padre Jesús Cortejosa Gómez
Era natural de San Fernando (Cádiz), en donde estaba arraigado y a cuya Diócesis regresó tras salir de Melilla. Fue párroco en Zahara de los Atunes, Jerez de la Frontera y otras localidades. La noticia su fallecimiento el día 20 de noviembre de 2018 fue dada a conocer por el Obispado de Cádiz- Ceuta. Su entierro se ha producido el pasado día 21 en el cementerio de Chiclana, en donde también fue capellán. El padre Jesús Cortejosa contaba con 70 años de edad.
Sin embargo, su nombre pasará a la posteridad por haber fundado el culto de Nuestra Señora Reina de los Ángeles, con una imagen de su propiedad y autoría del imaginero sevillano Juan González Ventura, en la barriada de Bazán. La imagen era venerada en su propio domicilio, pero el culto arraigó tanto, que cedió la imagen a la parroquia de la Sagrada Familia, de la barriada de Bazán, que es en donde se venera en la actualidad, y en la que ha llegado a convertirse en su patrona. Que descanse en paz, el padre Jesús Cortejosa.
La congregación de la Inmaculada Niña llegó a la ciudad en la primera mitad de 1921, y se instalaron desde el principio en el Barrio del Industrial. Se ha escrito muy poco sobre ellas, aunque tampoco buscar ser conocidas en exceso. Se trata de una Congregación dedicada a ayudar a las niñas sin hogar, en algo se distinguen del campo de acción de Las Religiosas Adoratrices. Las hermanas de La Divina Infantita es una congregación de origen mexicano, surgida en un convento de concepcionistas, tras las visiones de una lega, Magdalena de San José. Es una historia paralela entre España y México, entre el sacerdote almeriense Federico Salvador Ramón y la madre mexicana Rosario Arrevillga. Ambos se conocieron durante la estancia en México del padre Federico Salvador, dando lugar a esta novedosa y singular Congregación. La Divina Infantita es la patrona de la localidad de El Ejido. La conexión entre Melilla y México ha sido siempre muy estrecha. En 1948 falleció en nuestra ciudad una superiora de la Congregación Rosario de La Pureza Cataño Flores, y en 2008 una hermana mexicana Consolación Orona, a la edad de 102 años, y que había llegado a la ciudad con la Madre Superiora antes mencionada.
En esta tradición se enmarca la vida de la madre Manuela Amaro Cueto, fallecida el 21 de octubre a la edad de 84 años, siendo los 30 últimos en nuestra ciudad, al servicio de esta Congregación, en la que llevaba casi 60 años, con el nombre de Madre Infancia.Manuela Amaro fue superiora de la Congregación hasta el año 2008. Su simpatía y buen talante, ganaba rápidamente el afecto de cualquier persona que se acercara hasta ella. Nunca le faltaba una sonrisa, ni su disposición a satisfacer cualquier demanda que estuviera a sus alcance. Mi último encuentro con ella fue en el mes de septiembre, todavía en plenas obras de rehabilitación de la capilla del Colegio y Residencia de la Divina Infantita, facilitándome las llaves de la azotea, para que pudiera fotografiar las campanas de la antigua espadaña, no resultando una labor rápida ni fácil.
Poco o nada se sabe de su vida anterior a su profesión religiosa, algo que hizo a los 24 años de edad, desde entonces y ya para siempre, será la Madre Manuela. Era una mujer menuda, y una gran religiosa y persona. Se enfrentó a un asunto muy serio, la rectificación de la herencia del notario Juan Castelló, y salvó milagrosamente la propiedad del Colegio y Residencia, por lo que se la puede considerar como su salvadora. Esa es sobre todo, su herencia física para este mundo. La espiritual permanecerá entre sus muros.
Así reza la parte final de una de las oraciones, la salve, que se recita en el Rosario: «Ruega por nosotros… ahora y en la hora de nuestra muerte, amén». El pasado 6 de enero falleció en Segovia mi Tía Mercedes. Había acudido a verla, y también a despedirme de ella el pasado 26 y 27 de diciembre. Esta imagen está tomada en el que todavía es su piso de El Escorial, un piso en el que no volverán a estar más, ninguna de las tres hermanas, Carmen, Luisa y Mercedes. Lo adquirieron hace varias décadas. He pasado muchas navidades y vacaciones allí, con ellas. Son cientos de recuerdos que pasan por mi cabeza con celeridad. Si en algún sitio están, o yo las recuerdo, es en este lugar. Todos los viernes, cuando terminaban su jornada laboral como funcionarias del Estado, cogían el autobús y pasaban el fin de semana allí, hasta el domingo por la tarde, cuando regresaban. Fue su descanso y su refugio durante muchos años. Era el lugar al que siempre querían volver, y al que ya nunca volverán. Es duro, pero no volveremos a ver a ningún ser querido, en la forma en la que le conocimo.
La despido aquí, en este lugar tranquilo, alejado del ruido y del estruendo del Alminar. La capilla del Bautista no es lo que parece. No es un lugar religioso. Aquí se está frente a la verdad desnuda de todo adorno o etiqueta. Hoy monseñor Buxarrais le dedicó su misa. Todo un privilegio.