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              Una visita a San Nicolás en la hora última, en el mes de noviembre, cuando los días son más cortos y la capilla queda en penumbra. Este es el último instante del lunes, día en que la capilla del Centro Asistencial permanece abierta desde las nueve de la mañana hasta las ocho de la tarde. Antaño, cuando estaban las monjas tenía la capilla abierta una hora más. Todos los lunes, desde hace décadas, en monseñor Buxarrais el que se encarga de abrir y de cerrar sus puertas. En los periodos en los que él está ausente, es una interna la encargada de hacerlo, pero ya todos son muy mayores y rebasan los ochenta años. Yo he dado cuenta y he sido testigo de muchas cosas aquí sucedidas en los últimos siete años, y he divulgado y dado a conocer historias que de otro modo estarían perdidas, como otras tantas, entre sus silenciosos muros. Quizá se acerquen a cinco centenas las instantáneas que tengo recogidas, pero nunca había estado en este lugar, en esta hora última.

             Las imágenes están a punto de quedar en silencio, en soledad, sin nadie que las vea o les haga plegarias. Una vez en semana, los lunes, más de un centenar de personas, entre mujeres, hombres, más adultos y ancianos que jóvenes, pasan frente a ellas y rezan sus oraciones y realizan sus peticiones. Todo ha cambiado en estos siete años. Ha cambiado la gente y ha cambiado el tiempo social. Las monjas ya no están, y la capilla sufrió una reforma que la cambió de aspecto. Ya no hay velas de cera debajo de las imágenes. Las velas proporcionaban un ambiente más cálido y una luz más acogedora. Todo era diferente hace años, todo es hoy distinto. Quizá esta pequeña isla esté próxima a desaparecer. Lo que hayamos escrito, ya no se perderá. Incluso de esta hora última hemos dejado constancia. Era un instante que también quería vivir y luego mostrar. Ese instante en el que solo reina el silencio del templo vacío, la soledad de las imágenes que meditan sobre las plegarias recibidas.

           Ser fiel en lo poco y en lo pequeño, decía hoy la frase de la semana. El capellán encargado de esta capilla me decía hace no mucho: «los santos te agradecerán esta labor que haces de mantener encendidas las velas».