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               El icono (εικον), significa tanto imagen como retrato. El origen es pues el mismo. Se trata de una representación religiosa de la divinidad o de los santos/as. Sin embargo, con el paso del tiempo, y la separación entre la Iglesia oriental y la occidental, ya no son la misma cosa. Una imagen tiene volumen y el icono no, pues se trata de una representación plana. En una imagen de la Iglesia de occidente vemos la representación del artista y su concepto de la divinidad, mientras que en el icono se siguen unos estrictos cánones, que apenas conceden libertad alguna al autor. El autor del icono tiene tan poco margen, que en la mayoría de los casos ni siquiera se toma el trabajo de dejar escrito su nombre. Sin embargo, la potencia transmisora del icono es enorme, casi tanto o más que la de las imágenes.

       El icono representa la imagen de la divinidad, tan próxima como sea posible su elaboración a las manos humanas, pero mostrando la divinidad, o la santidad tal cual es, inalterable a lo largo de los siglos, de modo que puede reconocerse una figura, sin necesidad de escribir su nombre. La representación permanece inalterable. María, la madre de Dios, es Teótokos o Panagia (toda santa). Jesucristo es siempre Pantocrátor (Todopoderoso). Nada puede salirse de estos cánones. A Dios Padre nunca se le representa.           Los iconos no utilizan modelos humanos, porque entonces no estarían representando la divinidad, sino una representación basada en un modelo corruptible y marchitable, como es el de cualquier ser humano. Los iconos de los santos se realizan basándose en las personas que les conocieron o dieron testimonio de ellos, por eso no varían con el paso del tiempo. Las representaciones de Cristo Pantocrátor y de María Panagia, se realizan siguiendo los modelos, esto es la leyenda, de dos iconos realizados por San Lucas, el santo rostro o «Mandylion», y el de la «Panagia». Ambos iconos desaparecieron. En el asalto de los cristianos latinos a Constantinipla en 1204, caso del primero, y en la caída de la ciudad en 1453 en poder del Imperio Turco. Sin embargo, la tradición se ha mantenido y la fisonomía ha podido evolucionar muy poco con respecto a los originales, pues siempre se realizan siguiendo patrones muy estrictos.

         En el lado contrario, el de la imaginería religiosa occidental, la libertad del artista es tal, que tiene casi siempre tiene que poner título a su imagen, para poder reconocerlas. Las modelos que sirvieron a mucho de los grandes cuadros, salvo las idealizaciones, eran mujeres o hombres conocidos por los artistas, y en algunos casos, eran mujeres mundanas. Algo así es inconcebible en el Oriente ortodoxo.

          Para ver y apreciar estas diferencias, nada mejor que mostrarlas. Tres de las imágenes corresponde a iconos orientales, es una Marría Panagia serbia, y las otras dos corresponde a dos santas, Galina y Claudia en formatos rusos. La imagen occidental que se contrapone con éstas, es la de la virgen Macarena de Sevilla.