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Nueva visita del Obispo Catalá Ibáñez a Melilla
Evangelio solo significa noticia, evangelista solo es el que relata o proclama. En el sentido más literal solo soy, no pretendo otra cosa, el que ha proclamado o relatado las noticias acaecidas con el Vicario episcopal Roberto Rojo. El evangelista debe estar escondido detrás de lo que escribe, de manera que apenas se le puede ver. De Mateo y de Marcos casi nada se sabe, por eso sus relatas son los más compactos, siendo Marcos el primero que emplea la palabra noticia y llama evangelio a su relato. Eso sí, hay que centrarse en lo que se quiere transmitir.
Para los tiempos venideros, todo lo sucedido con respecto a la rebelión que ha padecido en su persona el Vicario arciprestal, ha quedado ya escrito, al menos en sus aspectos principales. En el futuro no podrán esconderse ni tapar sus acciones aquellos que las pusieron en marcha, ni aquellos que la secundaron. La rebelión fue activa y pública y ahora prosigue de modo sordo y oculto a la vista de la feligresía.
Aclaro todo esto porque son muchos/as, los que me preguntan en estos últimos meses la causa de mi defensa de este sacerdote y ante todo, persona; perseguido, acosado y maltratado por fuerzas muy hostiles y malévolas, que nada tienen que ver con el espíritu y acciones que se le suponen a todo el que se proclama seguidor de Jesucristo.
Como en todo hay quien prefiere el papel del sayón que golpea con el látigo, antes de ocupar el lugar de quien recibe los azotes atado a la columna. Si me hubiese sumado a quienes me ofrecieron integrar el conciliábulo contra el Vicario y hubiese redactado, 70 veces 7, artículos en su contra, nunca se me hubiese pedido explicación alguna. Esta es la paradoja terrible de todo lo que está sucediendo. Por defender a quien es escarnecido, y por defender la verdad, se sufre persecución, pero todo esto ya lo anunció Mateo: “Pero tened cuidado con la gente, porque os llevarán a los tribunales, y os azotarán en sus templos, y os conducirán ante gobernadores y reyes por mi causa”.
La disidencia frente al Vicario prosigue, pero ahora es más larvada, no está a la vista. Se manifiesta de muchos modos, y es una acción muy erosiva. Se le atribuyen acciones como la marcha de determinados sacerdotes, como por ejemplo la del párroco Javier Velasco, de la Medalla Milagrosa en 2012, o la de su sustituto, Serafín Corral, en los primeros meses del año.
Las noticias falsas empiezan a ser un problema. Los bulos en contra de una persona se dejan correr, y con el tiempo lo falso acaba pareciendo lo cierto. Aquí también nos sirve de guía el evangelista Mateo: “Porque os digo que, si vuestra fidelidad no se sitúa muy por encima de la de escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios”. Esto es importante, porque el fariseo, conocedor de que se la juega, hace el gesto del reconocimiento, cumple con el rito, pero por dentro disiente y no obedece.
Siempre la presencia constante de escribas y fariseos, grandes conocedores de la Ley y de los ritos y comportamientos, pero escasamente cumplidores de lo que afirman. Esa es la gran lucha, porque el escriba y el fariseo comparte lugar en la bancada, o incluso en puestos preminentes, pero no actúa para los demás, para la comunidad, sino en su propio beneficio y enaltecimiento. Hay que guardarse pues de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía, señala también Mateo.
Nadie es más que otra persona, por mucho que haya quienes solo buscan el enaltecimiento y la recompensa pública. Hacen limosna y caridad, pero a toque de trompeta, y rezan de pie y en las calles, para que la gente los alabe. Rezan también con muchas palabras, porque imaginan que por mucho hablar, les harán más caso; pero nada de eso será así. Los fariseos ya tienen esa recompensa, así pues, no podrán luego reclamar otra distinta por sus acciones. Quién pretenda el conocimiento público eso tiene.
El empecimiento a un Vicario y lo que debe conocer un obispo
No acudiendo a su misa, o acudiendo en intención de desafío. Convocando reuniones en las que debe estar presente, justo cuando se marcha de viaje, reprimirle la palabra en los cabildos de cofradías, restaurando imágenes sin ni siquiera comunicárselo. No respondiendo a un requerimiento suyo hecho de modo público, sobre el traslado temporal de la Patrona en el mes de septiembre, ocultándose de él, y dilatando las respuestas. No colaborando en nada relacionado con la parroquia. Entrar y salir de los templos y salones parroquiales cuando plazca, sin avisar al párroco titular, y llegándose al extremo de tener que reclamarles las llaves.
La diócesis de Málaga cuenta con 251 parroquias. El obispo debe conocer todo lo que sucede, el problema estriba en cómo se le hace llegar esa información y cuándo y cómo actuar. Mateo lo advierte: “Ni un solo gorrión cae al suelo sin que lo sepa vuestro Padre, Pues de vosotros, hasta los pelos de la cabeza están contados”.
Fiar una estrategia de acoso al relevo normativo de un vicario, supone reconocer que se ha perdido, pues es un hecho que se producirá en algún momento. Sin embargo, tampoco puede pedirse a alguien que aguante frente a una situación así, por encima de lo que le permitan sus fuerzas. Se hace necesaria, en algunas ocasiones, la manifestación de la autoridad. En este caso, procedería la intervención y disolución de la recién nombrada Junta de Gobierno de la Congregación de La Victoria, y su sustitución por una gestora durante el tiempo que sea necesario, hasta que se hayan disipado las nubes de la disidencia allí cargadas. La actual Junta es incapaz de afrontar la nueva situación, y no se muestra proclive al entendimiento con la Vicaría episcopal.
El Obispo de la Diócesis, monseñor Catalá Ibáñez llega e estos días a Melilla, en una de sus dos visitas anuales. Debe hacer valer autoridad e imponer obediencia, llegado el caso, a los que se hallan en rebeldía, por cuestiones nada transcendentes, por personalismos exacerbados, pero que están erosionando muchas buenas voluntades, e incluso haciendo titilar la luz de la fe en aquellos, que viendo lo que pasa, no ven una respuesta adecuada.
Y ahora ya sí acabamos con Marcos: “A vosotros se os ha comunicado el secreto del reino de Dios; más a aquellos de fuera todo se les muestra en parábolas, a fin de que mirando miren, y no vean; y oyendo oigan, y no entiendan ; no sea que se conviertan y se les perdone”.
No es posible contemplar ciertas cosas, y conservar la Fe. Todo se tambalea y resquebraja. La verdad se cobra un precio muy alto, y esa moneda es la Fe.
«Tú tienes obras, y yo tengo fe. Muéstrame tú esa fe sin obras, y yo, por mis obras te probaré mi fe».
Es verdad, contemplar ciertas cosas puede ser una prueba de fuego para la fe. Pero en el mundo hay mucho a dónde mirar, suceden muchas cosas.
Por ejemplo, Hospitalario defendiendo frente a viento y marea a un hombre perseguido y acosado injustamente. Como él, existen muchísimas personas en el mundo tanto creyentes como no creyentes que realizan a diario acciones generosas grandes y pequeñas. No lo hacen por un deber legal, lo hacen por un anhelo profundo de un mundo más justo y fraternal. Esta aspiración humana de justicia siempre me ha parecido un prueba concluyente de la existencia de Dios, es lo que piensan los creyentes, que está inspirada por el Espíritu. Para los no creyentes solo forma parte de la condición humana.
En cualquier caso, ese anhelo humano existe, es una Verdad real, tan real como para poder confiar al menos en la humanidad, a pesar de todo.
Respecto a «por mis obras te probaré mi fe», las cosa no son ta sencillas, Juan.
A ver si eres capaz de sacar de su error a tantos inquisidores y talibanes que hay por ahí sueltos, convencerlos de que lo que hacen no es algo que reclama la fe.
Sacar de un error a alguien, es una de las cosas más difíciles. Implica que la otra persona esté dispuesta a despojarse de aquello que la impide ver claro. También las palabras deben significar lo mismo para uno que para otro. A veces no se está en el mismo tramo de escaleras.
No se puede mirar a la verdad cara a cara.
Para salir de nuestros errores se precisa, querer hacerlo; poder, que no siempre es fácil, y antes que nada, reconocer que son errores. Y para reconocerlos se necesita indagar en la verdad, o sea, saber, ser conscientes de por qué creemos lo que creemos y en base a qué. Lo que no se puede hacer es imponer y acatar verdades absolutas que no son nuestras. Eso es vivir en el error,, quizá algunos muy tranquilos en él.
Es posible que la verdad nos haga bajar escalones, pero eso puede ser positivo, puede servir para tomar perspectiva y coger fuerzas para después subir otra vez.
Hospitalario, Isa y Juan: Os leo y os vuelvo a leer…Varias veces.
Todo lo que está sucediendo desde hace tiempo, me llena de profunda pena que, a su vez, me ha producido un mayor alejamiento de todo. Incluso de la celebración de los Sacramentos.
Ayer asistí en la iglesia del Sagrado Corazón a una hermosa celebración Eucarística, donde quedó de manifiesto la colegialidad de la Iglesia y la sintonía reinante entre el clero de la ciudad. Al final, Monseñor Catalá indicaba a Monseñor Buxarrais que se acercara a la Sede. Desde esa Sede, ambos obispos impartían la bendición a los fieles.
Estos son los pequeños gestos que me hacen mucho bien.
Todo lo demás, ha producido en mí un daño irreparable. También sobre mi persona corrieron noticias falsas, durante un tiempo se me acusaba de todo. Incluso de ser la persona que sacaba a la calle las noticias de la iglesia del Pueblo.
Desde el año 2004 no tengo relación alguna con ese templo. Sin embargo, los dimes y diretes están en la calle. Cada vez con mas fuerza.
Ese daño irreparable ha dejado profunda huella en mí. Ya nada volverá a ser igual. Jamás olvidaré. Y jamás podré olvidar.
Prueba de ello es que no me acerco a comulgar.
Y mi profundo respeto y obediencia a la Autoridad de la Iglesia. Asi lo vengo observando desde que era un niño.
No escribo de la feligresía común, a la que pertenecemos de un modo u otro. Tampoco de las cosas que vemos fuera. Escribo de aquellos que están en primera línea, a la vista del púbico.
Escribo desde hace medio año, y daré a conocer otros artículos no publicados hasta ahora en mi red de blogs; de que hemos tenido que defender a un Vicario episcopal de aquellos que componen su propia iglesia.
Juan tiene razón en lo que escribe. El precio de esas acciones, solo se paga con la moneda de la fe. Cuando se ve, creer se torna ya muy complicado.
Hospitalario sé y me consta que no escribes de la feligresía común. Y que lo que escribes, lo relatas sin pelos en la lengua. Y que defender al Vicario Episcopal nos ha costado el odio de muchos intransigentes que pensaban tener ciertos privilegios.
Ayer estaba el Obispo Diocesano revestido de autoridad en el templo del Sagrado Corazón. A su lado el Vicario Episcopal. En la Iglesia, la prelación significa todo.
Ayer nadie se atrevió a tirar la primera piedra. Mi pregunta es: ¿Tan mal está la cosa?
Una observación. En mi primera intervención he escrito.»Jamás olvidaré. Y jamás podré olvidar.»
Lo que quiero expresar es: Jamás olvidaré. Y jamás podré perdonar.
Sé que mi expresión no es la del buen cristiano que debiera ser. Y espero que otros que se puedan considerar mejor que yo, me den ejemplo.
Hospitalario, yo también sé lo que haces y estoy segura de que es justo y valioso. Tú mismo lo dices, escribes sobre hombres que están en primera línea de grupos religiosos que luchan por el poder y por imponerse, como en cualquier otro grupo humano, no por cuestiones religiosas trascendentes.
Por eso no acabo de entender que eso pueda afectar a la fe de alguien. A estas alturas no vamos a ser tan inocentes como para creer que son cristianos sin mas todos los que se atribuyen el serlo, sin contar con qué significa, de qué forma, con cuántos errores aprendidos a lo largo de la vida.
Solo muy pocos saben que nos las hemos visto, cara a cara, con el poder del diablo y de sus asechanzas, Imparcial. «No he venido a traer la paz, sino la espada», dice también y de modo enigmático, Mateo.
Nos hemos salvado porque el poder del Padre así lo ha decidido. Aquí no se juega el salvar una iglesia o a un sacerdote. Lo que está en juego es la misma supervivencia de la Fe de Cristo en Melilla. Así se lo hice saber a quien debía.
Hospitalario: puedo retirarme tranquilo a descansar. Gracias por todo lo que has hecho, por lo que sigues haciendo, y por lo que harás. Muchas gracias por ánimarme constantemente, por tu amistad, por tu lealtad, y por quitarme horas de soledad. Un fuerte abrazo, Hermano.
Sí, descansa tranquilo. Sabes que estás en tu capilla. Nosotros ya hemos realizado el trabajo encomendado. Ahora son otros, los que harán el suyo.
No quiero que pienses que no valoró la lucha tan difícil y necesaria que haces. Creo absolutamente lo que dices. No obstante diré una obviedad, que por otra parte tú ya sabes. A la Fe de Cristo también como a vosotros la salva y la protege el Padre, de otra forma no podría haber resistido 2000 años frente a tanto mal desde fuera y desde dentro.