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La luz del Adviento es de color morado, y las iglesias se envuelven y orlan en ese color, durante cuatro semanas. El Vicario episcopal Roberto Rojo salió vestido con la casulla de ese color, para dar inicio del año litúrgico. El Adviento se inicia el día del apóstol San Andrés si cae en domingo, o si no el domingo más inmediato a esta conmemoración. En este inicio de ciclo se correspondía con el domingo 27.
Adviento significa llegada, porque cada año se espera la llegada del Mesías, el que trae la luz, y coincide con el solsticio de invierno, cundo la luz vuelve a abrirse paso en medio del frío invierno. «Es tiempo de esperanza y de renovación», afirmó el Vicario Roberto Rojo, para insistir en la necesidad de «ser vigías, de estar atentos a lo que nos rodea, de estar en alerta, porque no sabemos lo que el destino nos tiene preparado para el día siguiente». «Con la edad (reflexionaba el Vicario) no solo ganamos en sabiduría y templanza, sino que vienen hasta nosotros acontecimientos y personas del pasado, a los que no prestamos la atención debida, y que hoy nos llevan a preguntarnos porqué en aquellas circunstancias, nos conducimos de aquella manera, o no prestamos atención a cierta persona».
La reflexión se relacionaba con la lectura del evangelio de Mateo que dice: «Cuando venga el Hijo del hombre dos hombres estarán en el campo, al uno se llevarán y al otro lo dejarán; dos mujeres estarán en moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Estad pues en vela, porque no sabéis que día vendrá vuestro Señor».
Del mismo modo el Vicario episcopal volvió a insistir en la necesidad de estar en lo alto de la atalaya, en actitud de vigía, pero no con distancia ni elevación, sino en actitud de cercanía. «Hay que estar atentos a lo que nos rodea, a lo que nos es más cercano, porque en ese entorno inmediato hay significados y detalles que a menudo se nos escapan. Son esas pequeñas cosas y detalles los que deciden una vida, o hacen que permanezca unido aquello que nos rodea. Hay que estar en vigilia permanente, velando, pero con actitud de renovación constante. Cada Adviento tiene que ser diferente, para que todo cobre su sentido. Nunca descuidar nuestro entorno, nunca abandonar la labor de vigía, nunca dejar de renovarnos. Hay que buscar siempre algo nuevo, mirar de otro modo».
Para mí, (sé que a quién le importa, solo es un comentario) es un tiempo de conmemorar lo que ya sucedió, de renovar la esperanza en la promesa que nos dejó, eso lo sabemos con certeza, el que ya vino: se instaurará el Reino de Dios en el mundo. El de Dios.
Esa garantía de verdad es la que empuja proyectos humanos encaminados a la consecución de ese fin, no por prometido no necesitado de acción ciudadana con anhelos y voluntad por conseguirlo.
Una esperanza que se renueva y siempre permanece.