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              Además os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Mateo 18

                Vivimos en medio del mundo, necesitamos de él para sobrevivir, obtener el sustento y el medio de vida. Esto, en la mayoría de las ocasiones hace que sea imposible pensar en otra cosa. Hace tiempo que un anciano sacerdote me recomendó la compra de un libro «Los 5 minutos de Dios». La propuesta fundamental del libro era sacar esos minutos del día para dedicárselos al Espíritu, para escucharnos a nosotros mismo y hablar y orar con Dios.

                      Para ello también hay que encontrar el lugar y el momento. A veces se buscan lugares magníficos, arropados por potentes imágenes y exornos, sin darnos cuenta de que son  los lugares más sencillos, en donde hay menos distracciones y un mayor silencio, en donde es más fácil encontrar esa tenue sintonía con el Espíritu.  Como escribió Benedicto XVI, la necesaria presencia del silencio para encontrar se hace imprescindible para esa conexión con Dios, a través de la oración, que es el instrumento. ¡Señor, enséñanos a orar!, pidieron  los apóstoles a Jesucristo, y esa petición ya era en sí una oración, porque orar es también pedir.

                     Muchas veces pienso en cómo Sor Patrocinio, la madre, pudo estar siempre en sintonía con su misión, con el Espíritu, en medio del bramido de la guerra, del vendaval político en el siglo más turbulento de la historia de España, y pienso en que en ocasiones, Dios nos obliga a escucharle en medio de la tempestad. No nos deja otra opción porque es Él quien decide. Por eso he creado esta pequeña jaculatoria: «Madre Patrocinio, ayúdanos y enséñanos a escuchar en medio del vendaval. Oriéntanos y mantén encendida la luz con la que veamos».

                       Jaculatorias, pequeñas frases, pensamientos o reflexiones que nos ayuden a pensar y a comunicarnos con el Espíritu de Dios. Esto es lo que me enseñó el obispo Buxarrais, en sus años de estancia en Melilla, en los años en que tuve amistad con él. Confiando en aquello que dice el salmo: «te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis ojos».

                         Siempre hay un pequeño lugar, alejado del ruido del mundo, como esta iglesia en la que ya no hay culto, pero que permanece abierta cada lunes. Es la capilla del Centro Asistencial de Melilla. Han sido muchas la vicisitudes aquí pasadas. Ahora son solo unas pocas horas a la semana las que permanece abierta. No podemos saber qué es o como será el Reino de los Cielos, solo podemos recrear lugares como éste, que serán solo una imagen nuestra. El silencio, al igual que en esta capilla, lo preside todo. No es un Reino de este mundo.